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HOMENAJE DEL MES

NOVIEMBRE: HOMENAJE A AGUSTIN ALVAREZ

NOVIEMBRE: HOMENAJE A AGUSTIN ALVAREZ

El material que sigue fue aportado por LUIS CARLOS, a quienes le agredecemos su colaboración

AGUSTÍN ALVAREZ

Nació en la ciudad de Mendoza el 15 de Julio de 1857.
Huérfano desde la primera edad, fue un “self made men” si llegó a conquistar fama y rango, no fue tan sólo por su talento original y su vasta ilustración, sino también por sus ejemplares virtudes públicas y privadas.
Cursó estudios secundarios en el Colegio Nacional de Mendoza: allí encabezó una revuelta estudiantil para obtener reformas de la enseñanza y cambios en las autoridades docentes.
En 1876 se trasladó a Buenos Aires, ingresando en el Colegio Militar; en 1883 emprendió estudios universitarios, graduándose en Derecho en 1888.
Fue juez en lo civil, en Mendoza (1889-1890) y diputado por esa provincia al Congreso Nacional (1892-1896). Su doble competencia militar y forense le llevó al cargo de vocal letrado del Consejo Supremo de Guerra y Marina (1896-1906).
Durante los últimos quince años de su vida fue un apóstol de la educación científica y moral, ocupando cátedras en las Universidades de Buenos Aires y La Plata: de esta última fue vicepresidente fundador y canciller vitalicio.
Su carrera de escritor. iniciada en la prensa en 1882, le llevó a especializarse en estudios de educación, sociologia y moral.
Son sus obras principales: “South América” (1894), “Manual de Patología Política” (1899), “Ensayo sobre Educación” (1901), “¿Adónde vamos?” (1904), “La transformación de las razas en América’ (1908), “Historia de las Instituciones Libres” (1909), “La Creación del Mundo Moral” (1912), y numerosos folletos y escritos sobre los problemas políticos, sociológicos y éticos que constituyeron la constante preocupación de su edad madura.
La democracia en lo político, el liberalismo en lo moral, el laicismo en lo pedagógico y la justicia en lo social, fueron los cimientos cardinales de su vasta obra de apóstol y de pensador, orientada en el sentido educacional de Sarmiento y eticista de Emerson .
Su virtud y su sencillez fueron tan grandes como su consagración al estudio y a la enseñanza; fue, siempre, un varón justo.
Falleció en Buenos Aires el 15 de Febrero de 1914.-

EXTRACTO DE LA FOJA DE SERVICIOS MILITARES
Colegio Militar - Cadete, 9 de Marzo de 1876 en Palermo.
Cabo 2°, 15 de Noviembre de 1877; Obtuvo en este Colegio la medalla de oro a la conducta moral.
Compañía de infantería de Mendoza - Teniente 2°, 19 de Agosto de 1878; 15 meses en campaña.
Plana Mayor pasiva: 1 mes en Buenos Aires
Batallón 7° de infantería de línea, en Buenos Aires, en el Azul y en Guaminí. 1 año y 8 meses de Teniente 2°
Teniente 1° - 1° de Abril de 1880; en Villa Formosa y el resto en Buenos Aires y Santiago del Estero.
Capitán - 9 de Julio de 1884; (en Formosa) 4 años en Buenos Aires y en Mendoza.
Mayor - 9 de Julio de 1888; 4 años y 5 meses en la Plana Mayor inactiva, idem disponible y Estado Mayor General, Buenos Aires.
Teniente Coronel - 2 de Julio 1896 – 2 años Plana Mayor inactiva, Buenos Aires.
Asimilado a Coronel - Junio 1896 en el consejo supremo de Guerra y Marina como vocal letrado en 1906, 10 años.
En total 21 años, 4 meses, 16 días de guarnición y 3 años, 18 días en campaña.
Herido en el brazo derecho en Barracas en junio de 1880.
En 1881 obtuvo medalla de plata por la campaña del Río Negro y Patagonia y en 1884 por la del Chaco.
Se graduó de Doctor en ciencias Jurídicas en la universidad de Buenos Aires en mayo de 1888, siendo en esa época Capitán del ejercito. Uno talvez el primero de los militares abogado.
Cuando pidió su retiro militar estaba asimilado a General de Brigada.

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AGUSTIN ALVAREZ
(Apuntes para su biografía)
EVAR MENDEZ – Buenos Aires 1916

SUMARIO: El «self made man».—Fisonomía moral de su vida y su obra.—El ejemplo anglo-sajón.— El moralista.—Su carácter.—Cronología de su vida.—Sus obras.—Su método de trabajo. —Su estilo—El Manual de Patología Política.— Un maestro.

El mayor orgullo de este maestro de la juventud era considerarse obra de simismo.
Tenía yo pocos años y en mi ciudad andina natal, oía a las abuelas hacerse lenguas y a los padres presentar como ejemplo el esfuerzo, el ardor, la constancia, el deseo de perfección de dos muchachos que, salvados por milagro del terremoto de 1861, huérfanos y en la mayor desolación, supieron, como guiados por un impulso superior, luchando a brazo partido con la pobreza, ilustrarse y ganar las más altas posiciones. Uno de ellos, sobre todo, Agustín Alvarez, llenó de admiración mi niñez, que si no llegaba a comprenderlo cabalmente, presentíalo dotado de las cualidades superiores que más tarde pude comprobar de manera total, hasta exigirme el mayor tributo de admiración y respeto.
Agustín Alvarez entró en la vida templado en la adversidad. Ella generó su carácter y espoleó su voluntad hasta convertirlo en un prototipo del “self made man” que con gusto se proclamaba siempre, exponiéndose al estímulo de sus compatriotas. Ningún modelo, en efecto, más digno de contemplar y de ser imitado, en su vida y en su obra. Si se observa aquella, veremos que todos sus actos están regidos por una dignidad inalterable, por una inmaculada pureza de costumbres. Y si se estudia su obra, advertiremos en cada página de sus escritos el noble designio de hacer bien, el desinteresado impulso con que entrega el fruto de sus estudios y de su experiencia, generoso idealista, dadivoso filántropo, a sus conciudadanos tan imperfectos. En sus escritos los castiga; desnúdalos espiritualmente para exhibir sus defectos y muestra el remedio para sus deformaciones. No importa que sea necesario cauterizar aquí, amputar más allá. Todo será en beneficio del organismo afectado, en pro del bienestar común, si no de las actuales, de las futuras generaciones. Se dirigirá a las conciencias, provocando a la razón; hablará a la inteligencia siempre, casi nunca a los sentimientos, porque confía, sobre todas las cosas, en la potencia espiritual que nos dá norma y sabe que de su educación depende el perfeccionamiento humano. Y dirá su pensar con claridad, sin ambages, dirigiéndose reciamente al fondo de la cuestión. Porque es un hombre sincero y sabe lo que quiere: principio de la sabiduría.
Agustín Alvarez no se encontró a sí mismo hasta mucho después de sus treinta años. Su carrera militar, a la que le conducen, por equivocada vocación, deficientes consejos, o fuerza de las circunstancias, sus primeros estudios, desconcierta a quien observa su labor de filósofo. Imposible admitir unidad alguna entre su primera juventud y el resto de su vida. Y aun es difícil encontrar el eslabón que una la índole de los estudios que le dieron autoridad y nombradía con esa dedicación a la carrera de las armas del primer momento y su incursión en la política más tarde.
Pero tales disciplinas su paso por la universidad y su profesión de abogado, dispónenle excepcionalmente para dominar la materia que someterá a su examen. Militar, doctor en derecho, político, irán acumulando observaciones sobre la vida Argentina, enriqueciendo su caudal de conocimientos del país, que estudiará en diversas regiones y en sus hombres de todas las clases sociales, hasta que, en determinada oportunidad, durante su plena madurez, realice una evolución fundamental y definitiva. Es al iniciarse el publicista cuando un día, sintiéndose indignado al experimentar en carne propia la pequeñez de la política criolla, lanzara su ‘‘South America”. Consagrado al periodismo, militará en el convencimiento de que los males de nuestro país residen en la constitución de su tipo étnico. Habrá observado efectivamente que no puede ser más defectuoso el individuo sudamericano y argentino, el individuo generado por este suelo y los ideales que nos han conducido a través de diversas épocas. E investigando en el pasado, abominará de lo hispano-colonial, que adhiere como una herrumbre a nuestra manera de ser, y del régimen de existencia vegetativa de estas sociedades, desde el virreinato hasta nuestros días. Aspirará, lógicamente a que sus conciudadanos lleguen a poseer cualidades que les permitan parangonarse con ejemplares superiores de civilización y disfrutar las ventajas de mejor género de vida, sumando condiciones que los tornen aptos para hacer fructificar la admirable materia prima esa rica levadura criolla, viciada y malograda, por ausencia de normas altas, definidas que rijan nuestro desenvolvimiento. Poniendo en práctica su acción personalísima, en tanto desarrolla las bases de su sistema, analizará con persistencia el sujeto y la colectividad a que pertenece. En él se ha hecho carne el concepto de Emerson: “al hombre sólo le interesa el hombre”, y tendrá por única preocupación ahondar en nuestro carácter para encontrar la manera de mejorarlo. No a otro ideal responderá desde entonces su existencia, ya sea en la cátedra, la tribuna de orador y conferencista, teniendo por palestra el diario, o en el silencio de su gabinete, pletórico de ideas generosas y prácticas, elaborando sus libros. Luego nos irá entregando el fruto dc su consagración en esa serie de obras, únicas en su género dentro del pensamiento americano, que son “¿Adónde vamos?”, “Ensayo sobre educación”, “Historia de las instituciones libres’’, “La transformación de las razas en América” y ‘‘La creación del mundo moral “, labor que de un solo impulso le pone a la vanguardia de los pensadores argentinos.
En alguno de sus escritos nos habla con orgullo de su autocultura y de continuo infórmanos cuanta saludable influencia le aporta su frecuentación de los grandes escritores y filósofos anglosajones. Desde el primer momento en busca de sus espíritus afines infalible intuición, mejor, la índole analítica de su mentalidad, le conduce a familiarizarse con ellos, y profundizando en sus obras, el educador, el critico, el sociólogo, el moralista, coinciden con Emerson, Carlyle, Macaulay, Spencer, Ruskin, Lübock, Mann, Symons y muchos otros. Tales maestros tienen intenso eco en Agustín Alvarez que los estudia, comenta, anota, cita y transcribe en gran número de sus escritos y aun, para penetrarlos por completo ya cerca de los cuarenta años aprende el inglés dando al mismo tiempo muestra de su inagotable ansia de saber y una vigorosa prueba de voluntad.
Ellos plasman su personalidad, que se define totalmente, y enriquecen su aporte natural nutrido en las mismas fuentes y de idéntico carácter que el de los Sarmiento, Alberdi, Vélez Sársfield. Por otra parte, el discípulo de estos grandes orientadores modernos tiene mucho parecido con los prototipos de razas que le seducen y atraen por su concepción tan bella y noble de la vida, de esa Vida que admira por lo mismo que odia la concepción neolatina, pesimista y siniestra, y que es llena de tristeza atávica, de fatalismo, de renunciamiento cristiano en los españoles e hispanoamericanos. Tiene una gran similitud de espíritu y carácter con muchos de ellos. Véase, por ejemplo, Horacio Mann, el célebre educacionista norteamericano que llenó de admiración a Sarmiento. En su “Vida”, (1) tributo consagrado por su émulo en altruista anhelo de presentarlo como ejemplo y difundirlo, encuéntrase numerosos rasgos que asemejan los caracteres y aun curiosas coincidencias en la carrera pública de Alvarez y Mann. Este como aquel fue obra de sí mismo; ideales semejantes llenaron sus vidas austeras y fecundas, consagradas a obtener por la educación, la libertad y la mayor suma de bienestar para sus conciudadanos. Desde su gran humanidad y de las miserables escuelas de aldea en que aprenden sus primeras letras se elevan hasta conseguir por sus propios méritos altas posiciones. Son sus propios maestros y los de los otros, catedráticos, oradores, publicistas que combaten con firmeza y brío por la imposición de doctrinas y obras similares. Son abogados. políticos, legisladores, y, para aumentar el parecido, miembros de tribunales de justicia militar.
(1)D. F. Sarmiento.—Las escuelas: base de la prosperidad y de la república de los Estados Unidos, Nueva York 1866. Primera parte, Vida de Horacio Mann, páginas 50 a 119.
La identidad de carácter de estos “maestros de filosofía en sus aplicaciones a la política y a la instrucción popular” muéstranla más en detalle algunos párrafos de Sarmiento. “Mr. Mann no era hombre de partido—dice el prócer,—gustaba más de la verdad que de la política”, y agrega:
“no adoptó durante toda su vida el carácter de estricto partidario, y antes se reservó siempre el derecho de aceptar y de abogar sólo por aquellas medidas que él consideraba fundadas en la justicia. Es muy digno de notarse a este respecto que en ninguno de sus escritos y discursos que versan sobre casi todos los puntos de moral, política y economía social, se divisa este espíritu de bandería. Su elevado entendimiento y generoso pecho se rebelaban contra todo lo que era sectario y servil’’ (1).
Mas la coincidencia decisiva entre los ideales de ambos reside en que Agustín Alvarez como Horacio Mann ‘‘entendía poder cambiar por medio de la escuela un pueblo de bellacos en un pueblo de gentes de bien, y una tierra de miserias y maldiciones en tierra de prosperidades y bendiciones’’ (2).
(1) D.F. Sarmiento-obra citada pag. 80 y 81.
(2) Agustín Alvarez - ¿Adonde Vamos? Buenos Aires, 1904, pag 8
El enemigo por ambos combatido es la ignorancia de las masas—ya que no el simple analfabetismo, la esclavitud y el alcoholismo que inspiran los primeros esfuerzos del educacionista yanqui,—como causa de las malas condiciones de vida en sus respectivos países. Pero, mientras Horacio Mann en un pueblo de raza y costumbres distintas a las nuestras persigue la fundación de escuelas, diversas creaciones filantrópicas, y numerosas reformas legislativas, económicas, sociales e influye en el gobierno de su patria, Alvarez persigue en el suyo el origen de lo que él denomina “el más capital de los problemas hispanoamericanos” e intentando hallar la causa matriz que en Sud América impide el perfeccionamiento de las instituciones, el desarrollo de la civilización y con el progreso la normalidad y belleza de la existencias cree encontrarla en la herencia y resabios fatales de los dos siglos de la dominación española, que importan,—fuera de la incapacidad para gobernarnos y ejercitar la libertad, la ausencia de régimen económico, el monopolio feudal de la tierra y el fanatismo católico y su intolerancia la influencia de la religión y su ingerencia en todos los órdenes de la vida. Allí reside para nuestro sociólogo el secreto, y en tal convicción combatirá denodadamente la religión comercial y que se esfuerza por mantenerse, el catolicismo intemperante, porque “repudiando las ciencias profanas y acaparando para las atenciones del culto público y aparatoso las mejores energías del hombre, le ha distraído en mayor medida de la agricultura, el comercio, la industria, que aumentan la riqueza común, el aseo personal, y la salubridad pública, de la justicia terrestre y la moralidad civil, que acrecientan el bienestar general” (1).
(1)Agusatin Alvarez- Obra citada pag. 11
La frecuentación de sus autores predilectos, el ejemplo de los anglo-sajones que como queda dicho admira y emula por su fuerte individualismo, su idea y práctica de la libertad su conciencia de la realidad de la vida y ésta que considera infinitamente más ajustada a las leyes naturales que la de todas las otras razas, robustece sus convicciones. Con el suyo se repite el ejemplo de Sarmiento—propagandista de los Washington, Franklin, Lincoln, Mann—y de otros grandes argentínos de ayer y de ahora inspirados en las normas que han llevado a Inglaterra y Estados Unidos a tan alto grado de civilización y prosperidad.
Pero es en Agustín Alvarez en quien se encuentra más acentuada que en ningún otro pensador nuestro, la afinidad espiritual con los anglo-sajones, para terminar de comprobar lo cual se observará en su analogía con Emerson y Carlyle. Al igual del primero, es profundamente humano, abomina de toda metafísica y teología, se inspira sólo en la naturaleza y exalta, con el más sincero optimismo, libre de todo renunciamiento, la vida del hombre, sujeta únicamente por el freno de la moral, que Alvarez deriva de la virtud y la sabiduría, y cuya fuente es la educación y la instrucción. Esta concepción de la existencia le llevará a combatir el catolicismo, ya no sólo por creerlo fundamento y sostén de la ignorancia popular, sino por razón más profunda, pues, como Carlyle, lo considerará “un mito cuya esencia es la adoración del dolor” (1) . En fin, su método, como el de Carlyle, según su crítico Taine, será moral, no científico, pues Agustín Alvarez, que es un ferviente cientificista, no es un hombre de ciencia pero sí, y ante todo, un moralista (2).
(1)H. Taine.—Lidealistne Anglais.Estude sur Carlyle. Paris, 1864, página 119.
(2)....“trátase del Único moralista que hayamos tenido: y en este género, de uno de los más fuertes escritores americanos. Este género dificilísimo que en su aparente humildad puede llegar a lo sublime con Séneca y con Marco Aurelio da singular Importancia a sus muy escasos cultores, individuos de excepción en las más ricas literaturas: así La Bruyere es único en Francia.— Leopoldo tugones.—”La Nación”, 15 de febrero de 1916
Así dispuesto puede producir en los últimos 15 o 20 años de su vida que se extingue a los 56 en pleno vigor, la obra que aun no bien difundida y estudiada despierta tanta admiración a las nuevas generaciones y lo hará inmortal en el alma de los argentinos.
Imaginemos la altura que hubiera alcanzado Agustín Alvarez de poder consagrarse con libertad, dueño de todas sus potencias, a desarrollar su caudal de ideas, a revelar por entero su mundo espiritual, a hacernos mayor entrega de sí mismo, mientras construía sólidamente su sistema filosófico. La orientación tardía y la ausencia de plan preconcebido impidieron que hombre dotado de tan bellas aptitudes, de un temperamento de escritor tan vigoroso de tan perspicaz sentido crítico, pudiera presentársenos como una figura de igual o mayor mérito que los pensadores fuente y norte de su cultura.
Sin su magnífico carácter y su voluntad inquebrantable no pudiera vencer la inerte hostilidad del ambiente. Esta, la dificultad mayor con que tropiezan entre nosotros todos aquellos que se dedican a las altas especulaciones del espíritu, fue agravada por el género de vida que le impuso su falta de independencia material, obligándolo para subsistir a valerse de su carrera militar y la abogacía. Luego su paso por la política, su dedicación a la enseñanza, su excursión por el periodismo, fueron perjudicial ligazón y traba fundidas para impedir especializarse y dar normal expansión a este noble espíritu, llenando de sinuosidades el curso de su existencia y su labor que se resiente de ello; mas, no obstante, acreditar tales quilates que bastan para clasificar a Agustín Alvarez entre nuestros más grandes hombres. Su carácter supo vencerlo todo, y su carácter es quien nos salvará al escritor, ya sea cuando un cirujano a raíz del Combate de Barracas quiera amputarle el brazo derecho herido, a lo cual responderá Alvarez, amartillando su revólver, cuando cure su propia dolencia introduciéndose repetidas veces una cánula al estómago para extraer los gérmenes de su mal o cuando se imponga por su serenidad a toda una multitud enfurecida y los esbirros de un gobernante mendocino que pretenden lapidario.
Su existencia fue una lucha larga, ardua y denodada, que no omitió esfuerzos y se renovó siempre; existencia llena de actividad prodigiosa, consagrada al servicio del país en forma múltiple. Y, en medio de ella, mostrándose más fecundo todavía no bien logra relativas treguas, eleva su fábrica de moralista. Parte la consagración definitiva a sus estudios, del momento en que, decepcionado de nuestra política inferior, le cobra irreconciliable disgusto.
Empieza por dar a luz los artículos,—folletines, como él los califica—que más tarde formarán el ya citado volumen “South America”, el presente “Manual de Patología Política”; escribirá luego el “Ensayo sobre Educación’’; obra que mantiene con la anterior una completa unidad de pensamiento y estilo; después en varias entregas de la primera serie de los “Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales” sorprenderá con el toque de atención de su “¿Adónde vamos?”, y, hoy dando una conferencia pública, mañana extendiendo su palabra desde la cátedra universitaria, irá elaborando su obra de pensador hasta coronarla bellamente con la “Historia de las instituciones libres”, “La transformación de las razas en América” y “La creación del mundo moral “.
El “self made man” no podía dejar de ser el maestro de si mismo. A su autocultura regida por un plan personal añadió un método propio de trabajo. Como algunos grandes maestros leía invariablemente haciendo anotaciones marginales, subrayando párrafos, anotando en las primeras hojas del libro las páginas que le interesaban para posteriores consultas; haciendo, en cuadernos, que llegaron a crecido número, cantidad de notas y observaciones, extractos de libros científicos ó de filosofía, listos para la compulsa en cualquier instante del curso de su labor. Y esto aparte de la ordenación metódica y clasificación de los acontecimientos de su vida y la de sus contemporáneos, el comentario de los hechos notables acaecidos en el país durante el curso de su existencia, anécdotas sobre argentinos célebres, y referencias de toda clase sobre asuntos de historia patria.
Tuvo para su trabajo de escritor, para su creación personal la inestimable ayuda de su señora esposa, doña Agustina Venzano. Pué esta distinguida y culta dama su colaboradora constante. No se limitó a ser su amanuense: fué su consejera, quien le ayudó a ejecutar su vasta labor, y la persona que se encargaba de los trabajos menores, desde la copia de largos manuscritos febrilmente trazados sin demasiada sujeción a cánones gramaticales dada la premura de su composición, hasta las traducciones de fragmentos de libros, artículos periodísticos y aun obras enteras como es el caso del volumen “Leyes de la guerra” de René Foignet cuya versión se debe a la señora de Alvarez y que hasta la fecha, creemos, estudia en el curso de Derecho internacional público de la Escuela Superior de Guerra, cuya cátedra desempeñaba su esposo.
En la obra de Agustin Alvarez campea una sinceridad absoluta y hay una perfecta igualdad entre su manera de ser y su estilo. Jamás fue más cierto el aforismo célebre que al tratarse de nuestro gran escritor. El buen criollo que era se expresa llanamente con esa ironía del nativo del interior, eficaz y ladino, que sabe ser exacto en la observación, a cuya perspicacia nada escapa, y que posee una ingénita sabiduría.
Su medio predilecto de expresión es la máxima moral. Es inmenso el número de aforismos morales esparcidos en su obra. Y admiro su equilibrio y su lógica, lo jugoso de ciertas comparaciones, la constante riqueza de ideas, la movilidad de su imaginación que a veces lo conduce a hacer extensas digresiones, bifurcar y radiar los temas excesivamente, pero siempre probando un caudal inagotable de conocimientos y observaciones agudísimas sobre hechos y costumbres.
Sus libros más característicos en este sentido son los primeros y especialmente este “Manual de Patología Política”, escrito en momentos que su autor estaba pletórico de aprendizaje enciclopédico. Lo vemos en tal obra mostrarnos todas sus facetas. (con “humour” y bonhomía aquí, sarcasmo más allá, archimillonario de citas y ejemplos, ora una anécdota, luego un chascarrillo, risueño una vez, severo otra, irá mostrando una a una las escabrosidades del carácter argentino. Y se encontrará en este volumen al lado de la aguda saeta del moralista un concepto moral, una comprobación de vicios o defectos basada en nuestra historia irá seguida de un precepto de higiene, o bien la enumeración en crítica mordiente, neta, gráfica de nuestros males, hábitos defectuosos, perjuicios, miserias; todo ello con el firme propósito de desprender las necesarias enseñanzas, construir un ideal para la raza Argentina, y proveerla de una sana y verdadera moral. En este libro de examen, crítica e higiene de nuestras costumbres, que pudiera habérsenos ofrecido bautizado con el socrático “Nosce te ipsum” aparece brillantemente el original sociólogo y moralista que se expandió en futuras obras.
Leámoslo. Estudiemos y meditemos a Agustín Alvarez, el más digno de los maestros de la juventud y el más generoso. El es el pensador argentino contemporáneo que más ha contribuido a ilustrar las masas encaminadas hoy por rectos caminos, con ideales concretos, hacia la realización de nuestro bienestar social, fundamentado en base científica. Es por lo tanto uno de los precursores y colaboradores en la creación de nuestro socialismo. Y. además, repetímoslo, es un admirable modelo para imitar, en la virtud de su vida y en su obra.


Buenos Aires, Febrero 1916.


MAYO: HOMENAJE A LUCIEN FEBVRE

BIOGRAFIA
Lucien Febvre (Nancy; 22 de julio de 1878 - Saint-Amour, Jura; 26 de septiembre de 1956) Fue uno de los más importantes historiadores franceses, conocido por el papel que él jugó en el estableciendo de la escuela de los Annales.
Febvre fue influido tempranamente por la obra de Vidal de la Blache durante su estadía en el École Normale Supérieure (1899-1902), y ganando su doctorado en historia en 1911, después de deender su tesis de Felipe II el Segundo y el Franco Condado. Poco tiempo después adquirió una posición en la Universidad de Dijon.
Febvre luchó en la Primera Guerra Mundial, e inicio sus actividades en la Universidad de Estrasburgo en 1919, cuando la provincia volvió a dominio francés. Trabajaba allí en 1929, cuando él y Marc Bloch fundaron la publicación Annales d’histoire, economique et sociale, del que salió el nombre de su estilo distintivo de hacer historia. En 1933 Febvre consiguió cátedra en el Colegio de Francia.
Publicó muchos títulos durante los años 1930 e inicios de los 1940, pero la Segunda Guerra Mundial interrumpió su trabajo. La guerra también produjo la muerte de su amigo y colega Marc Bloch de parte de los alemanes, y Febvre se convirtió en el hombre que dirigió la escuela de los Annales en el periodo de la post-guerra, siendo su mayor discípulo y continuador de los Annales, el historiador Fernand Braudel.
Febvre murió en 1956.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Lucien_Febvre"

******************** UN TEXTO DE SU PLUMA *******************
Lucien Febvre
Combates por la historia

"Si a la hora de reunir estos artículos elegidos entre tantos otros hubiera pensado en erigirme algún monumento habría titulado el compendio de otra manera. Puesto que a lo largo de mi vida he fabricado, y pienso seguir fabricando todavía, unos cuantos muebles sólidos, de los que amueblan la historia --que habrán de servir, al menos provisionalmente, para guarnecer ciertas paredes desnudas del palacio de Clío--, debería llamar Mis virutas a estos restos de madera que al pasar el cepillo han quedado amontonados al pie del banco.
Pero si los he recogido, no ha sido en absoluto para recrearme en esas obras cotidianas, sino para prestar algunos servicios a mis compañeros, principalmente a los amás jovenes. en consecuencia, el título que he escogido recordará lo que siempre hubo de militante en mi vida. No será Mis combates, claro que no; nunca he luchado en favor mío ni tampoco contra tal o cual persona determinada. Será Combates por la historia, ya que por ella he luchado toda mi vida.
Por lejos que me remonte en mis recuerdos me veo como historiador por gusto y por deseo, por no decir de corazón y de vocación." p. 5

"... Ahí están mis maestros, mis verdaderos maestros. a los que más tarde , entre los dieciséis y los veintún años, habrá que añadir: Elisée Reclus y la profunda humanidad de su Geografía Universal, Burckhardt y su Renacimiento en Italia; Corajoud y sus lecciones en la escuela del Louvre sobre el renacimiento borgoñón y el francés a partir de 1910, el Jaurés de la Historia del socialismo, tan rica en intuiciones económicas y sociales; y, por último, Stendhal, sobre todo el Stendhal de Roma, Nápoles y Florencia, de las Memorias de un turista, de la Correspondencia: "invitaciones a la historia psicológica y sentimental", que durante años estuvieron sobre mi mesita de noche. Las descubrí casi por azar, en aquellos lejanos tiempos, malvendidas por Colomb e impresas por Calmann en papel de envolver, con viejos tipos....
Esa fue "mi alma de papel". Junto a ella, mi alma campestre y rústica: la tierra fue para mí la obra maestra de historia. Los veinte primeros años de mi vida transcurrieron en Nancy; y allí mis recorridos por la espesa arboleda de los bosques de Haye, descubriendo uno tras otro, claramente perfilados, los horizontes de las costas y de los llanos de Lorena, reuní un puñado de recuerdos e impresiones que no abandonaran nunca...recuerdo el tufo del cuero viejo, el acre olor de los caballos sudados, el alegre tintineo de los cascabeles y el chasquido de látigo a la entrada de los pueblos..." pp.6-7
"....Así pues, solo en la liza, trabajé lo mejor que supe.
Algunas de las cosas que en estos cincuenta años he podido decir, y que parecían aventuradas cuando las formulaba por vez primera, ya son un lugar común. otras siguen siendo discutidas. La suerte del pionero es bien engañosa: o bien su generación le da razón casi inmediatamente y absorbe en un gran esfuerzo colectivo su esfuerzo de investigador aislado, o bien su generación resiste y deja que la generación siguiente haga germinar la semilla prematuramente lanzada en los surcos. Ahí está la causa de que el éxito prolongado de ciertos libros, de ciertos artículos, sorprenda a su autor: no encontraron su verdadero público hasta diez o quince años después de su publicación, cuando les llegaron ayudas externas....pp. 8-9"
"...¡Ojalá estas páginas que guardan relación entre sí, y por ello espero que sean tanto más expresivas, puedan servir a las causas que me son tan caras! en estos años en que tantas angustias nos oprimen no quiero repetir con el Michelet del Peuple: "Jóvenes y viejos estamos fatigados". ¿Los jóvenes, fatigados? Espero que no. ¿Los viejos, fatigados? No lo deseo. Por encima de tantas tragedias y transformaciones, en el horizonte lucen amplias claridades. En la sangre y el dolor se engendra una humanidad nueva. Y por tanto, como siempre, una historia, una ciencia histórica a la medida de tiempos imprevisibles va a ancer. Yo deseo que mi esfuerzo haya sabido adivinar y abrazar sus directrices por adelantado. Y que mis arroyos puedan aumentar su torrente."
Le Souget, Navidad de 1952.pp. 10-11
"La historia es la ciencia del hombre, ciencia del pasado humano. Y no la ciencia de las cosas o de los conceptos. Sin hombres ¿quién iba a difundir las ideas? Ideas que son simples elementos entre otros muchos de ses bagaje mental hecho de influencias, recuerdos, lecturas y conversaciones que cada uno lleva consigo. ¿Iban a difundirlas las instituciones, separadas de aquellos que las hacen y que, aun respetándolas, las modifican sin cesar? No, solo del hombre es la historia, y la historia entendida en el más amplio sentido. ...La historia es ciencia del hombre; y también de los hechos, sí. Pero de los hechos humanos. La tarea del historiador : volver a encontrar a los hombres que han vivido los hechos y los que, más tarde, se alojaron en ellos para interpretarlos en cada caso.
Y también los textos. Pero se trata de textos humanos. Las mismas palabras que los forman están repletas de sustancia humana. Todos tienen su historia, suenan de forma diferente según los tiempos e incluso si designan objetos materiales; sólo excepcionalmente significan realidades idénticas, cualidades iguales o equivalente.
Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero todos los textos. Y no solamente los documentos de archivo en favor de los cuales se ha creado un privilegio: el privilegio de extraer de ellos, como decía el otro, (5) El físico Boisse. Un nombre, un lugar, una fecha, un nombre, un lugar, todo el saber porisitvo, concluía, de un historiador despreocupado por lo real. También un poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos, testimonios de una historia viva y humana, saturados de pensamiento y de acción en potencia...
está claro que hay que utilizar los textos, pero no exclusivamente los textos. También los documentos, sea cual sea su naturaleza: los que hace tiempo que se utilizan y, rpinciplamente, aquellos que proporciona el feliza esfuerzo de las nuevas disciplinas como la estadística, como la demografía que sustituye a la genealogía, en la misma medida, indudablemente, en que demos reemplaza en su trono a los reyes y a los principes; como la lingüística que proclama con Meillet que todo hecho lingüístico pone de manifiesto un hecho de civilización; como la psicología que pasa del estudio del individuo al de los grupos y las masas. Y tantas otras disciplinas. Hace milenios que el pólen de los árboles forestales cayó en los cenagosos pantanos del norte.Hoy, un Gradmann , examinándolo con el microscopio saca de ese hecho el fundamento de apasionantes estudios sobre el poblamiento antiguo que la ciencia del hábitat humanos debe confesarse impotente de realizar --aun añadiendo a los datos de los textos el estudio de los nombres de los lugares o el de los vestigioas arqueológicos--. Ese polen milenario es un documento para la historia. La historia hace con él su miel, porque la historia se edifica, sin exclusión, con todo lo que el ingenio de los hombres pueda inventar y combinar para suplir el silencio de los textos, los estragos del olvido....
Negociar perpetuamente nuevas alianzas entre disciplinas próximas o lejans; concentrar en haces sobre un mismo tema la luz de varias ciencia heterogéneas: ésa es la tarea primordial, la más urgente y la más fecunda, sin duda, de las que se imponen a una historia que se impacienta ante las fronteras y los compartimientos estancos..." pp. 30-31

(1) Febvre, Lucien, Combates por la historia, Colección Obras Maestas del pensamiento contemporáneo, Nro. 28, Planeta Agostini, Barcelona, 1993

Obtenido de "http://www.zingerling.com.ar/obras/historiadoresmundiales/lucienfebvre"

ABRIL: HOMENAJE A MARC BLOCH

ABRIL: HOMENAJE A MARC BLOCH

BIOGRAFIA

Marc Léopold Benjamin Bloch (6 de julio de 1886 - 16 de junio de 1944) historiador francés, especializado en la Francia medieval y fundador de la Escuela de los Annales.
Nacido en Lyon,en el seno de una familia judía alsaciana, hijo del profesor de historia antigua Gustave Bloch, Marc estudió en el Ecole Normale Supérieure y la Fundación Thiers en París, y también en Berlín y Leipzig. Durante la Primera Guerra Mundial perteneció a la infantería y fue condecorado con la orden nacional de la Legión de Honor.
Tras la guerra enseñó en la Universidad de Estrasburgo y, con posterioridad, a partir de 1936 sucedió a Henri Hauser como profesor de historia económica en la Sorbona. En octubre de 1940, el gobierno de Vichy, en aplicación de las leyes racistas, le excluyó de la función pública por su condición de judío.
En 1929 Bloch fundó, junto con Lucien Febvre, la importantísima publicación Annales d’histoire économique et sociale (que ahora se llama Annales. Économies, Sociétés, Civilisations), nombre utilizado para designar la nueva corriente historiográfica encarnada por Bloch y Febvre y conocida como Escuela de los Anales.
Bloch ha tenido gran influencia en el campo de historiografía a través de los Anales y de su manuscrito inacabado "Introducción a la Historia", en el que estaba trabajando cuando fue asesinado por los nazis. El libro es uno de los más importantes de la historiografía del siglo XX y plantea una “Nueva historia”, fundamentada en lo social y lo económico, con una nueva forma de acercarse a las fuentes, en contraposición de lo hecho por su maestro Charles Seignobos.
Murió fusilado, tras ser torturado durante varias horas por la Gestapo, por haber participado en la Resistencia Francesa, el 16 de junio de 1944, en un campo de Saint-Didier-de-Formans, cerca de Lyon. Sus últimas palabras fueron : "Vive la France".

* Texto tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Marc_Bloch
* Fotografía tomada de: http://www.marcbloch.fr/


******************** UN TEXTO DE SU PLUMA *******************

Carta de Marc Bloch a André Meyer

Montpellier, 5 Rue Sainte Croix
A 18 de enero de 1942
Mi querido amigo:
Con felicidad recibí noticias de usted. Desde que la guerra verdadera sucedió a la “guerra en broma”, le había perdido la pista, aunque haya sabido, en Clermont, algo acerca de su evasión. Permítame, antes que todo, felicitarlo por su dicha. El optimismo, mejor dicho, la confianza de todos los alsacianos es admirable. ¡Cuánta razón tiene usted al participar y asociar a ella, por adelantado, el destino del pequeño ser que ustedes esperan!.
Mis aventuras bélicas fueron menos pintorescas que las suyas. Sin embargo no les faltaron del todo colores. Del 10 al 30 de mayo (1940) tuve que vagabundear de un puesto de mando a otro, obsesionado por la preocupación de repartir gasolina y diesel a los tanques, tractores y camiones de un ejército cada día más zarandeado; me entregué también a la tarea de dar las órdenes de incendiar todos los depósitos abandonados.
Luego, después de haber hecho ponchar debidamente las llantas de las pipas pude, con la mayor parte del Estado Mayor, alcanzar la costa. Un hermoso atardecer de primavera embarqué en Dunkerque (éste no era tan hermoso como el atardecer); dos días después me encontré en Cherbourg, vía Inglaterra. Por fin, después de peripecias
interminables, me encontré en Rennes, el mismo día de la entrada de la columna alemana, sin que tuviera que disparar. Me vestí de civil y aparté un cuarto en el hotel bajo el nombre de “Sr. Marc Bloch, profesor de la Sorbona”.
Quince días después las comunicaciones quedaron restablecidas, de modo que pude pasar por Nantes, Angers, y finalmente llegué a la Creuse, en donde estaban los míos. Unos sufrieron bombardeos en Gueret; mi esposa, uno de mis hijos y mi madre, que habían sido rescatados en auto, anduvieron sin rumbo unos diez días al sur del río Loire, durante y después de la batalla; por fin llegaron a Gueret después que yo. ¡Pequeña historia de una familia francesa normalmente muy tranquila! Adivinará usted cómo todos nosotros, a lo largo de esa temporada, acumulamos muchas experiencias aleccionadoras, especialmente yo con mi trabajo en el Estado Mayor del Ejército. Aún no llega el momento de ponerlas por escrito.
Acá estoy ocupado con la docencia, que es bastante pesada (un tema de la Edad Media para la “agregación”, algo que conocía mal; sobre todo una clase de historia económica de Francia en el siglo XIX, que había dado en París en forma muy parcial y que no es sencillo armar.) No tengo a la mano mis libros, muy amenazados, según me acaban
de decir, en París, en donde quedaron.1 Como todo el mundo, estoy mal instalado. Hasta ahora casi no he trabajado en lo mío. Los Annales salen de nuevo, con las modificaciones externas que Ud. adivina.
Mi sobrino Marc Weill está en Lyon, en donde encontró un pequeño empleo y prepara un examen de contador público. Brunschwig es, por desgracia, prisionero de guerra.
Recibí noticias suyas al principio, pero desde la instauración del sistema de formas y tarjetas, imposible corresponder con él, imposible mandarle los suplementos de los cuales, parece, está muy necesitado.
Sobra decirle que mis preocupaciones personales están, ante todo, dirigidas al porvenir de mis hijos. Especialmente, de mis hijos mayores: uno es estudiante de 2° año de derecho, el otro (¡que soñó, toda la vida, con la Escuela Colonial!) está en el último año de Bachillerato. Pero esta es mi pequeña huerta individual, de la cual sería imposible olvidarse; sin embargo, no es más que una pequeña huerta. Mis más altas preocupaciones se encuentran en otra parte. Son las mismas que las suyas; e idénticas, igualmente, nuestras esperanzas. ¿Tendré que decirle que es menos el digamos, mañana (un mañana imaginado en la luz que adivina usted) que el pasado mañana que me preocupa? Es difícil para un viejo historiador vivir en el tiempo inmediato.
Muy cordialmente suyo, mi querido amigo,
Marc Bloch
P. D. Desde luego espero que usted no abandone la idea de un trabajo personal. No tarde demasiado en pensarlo en serio.

* Texto tomado de http://www.istor.cide.edu/istor.html

MARZO: HOMENAJE DE VICENTE FIDEL LOPEZ

MARZO: HOMENAJE DE VICENTE FIDEL LOPEZ

BIOGRAFIA

Nació en Buenos Aires el 24 de abril de 1815.
Murió en Buenos Aires el 30 de agosto de 1903.

Puede decirse que la vida de Vicente Fidel López venía marcada desde la cuna.
Nacido en los estimulantes primeros años de la Patria, hijo del creador de la letra del himno nacional, Don Vicente López y Planes, y miembro, por estirpe y educación, del sector social de donde surgían los primeros intelectuales de la Nación, su destino parecía ya estar escrito. A la sazón, este político, jurisconsulto e historiador, quien llegó a ser uno de los máximos exponentes de la disciplina durante el siglo pasado, cumplió con aquel presagio y se convirtió en un referente de la cultura nacional decimonónica.
Sus primeras letras corrieron a cargo de Vicente López y Planes, junto al catalán José de Santábar. Con sólo 10 años de edad, ingresó al colegio particular de Pío Cabezón, donde aprendió especialmente latín.
Cinco años después, en 1830, ingresó a la Universidad, donde llegó a ser el alumno dilecto y discípulo del eminente educador Diego Alcorta en la Cátedra de Ideología. En ese ámbito, conoció a Alberdi, a Cané y al sabio italiano Octavio Fabricio Mossotti. En la Universidad, también, sus ideas se vieron fuertemente imbuidas por la filosofía romántica francesa. Se sintió fascinado, además, con los hechos revolucionarios de 1830 en Francia, que significaron la caída de los Borbones.
Así orientado en sus ideas filosóficas y políticas, López adhirió a la Asociación de Estudios Históricos y Sociales, que funcionaban en la casa de Cané, y que sería uno de los antecedentes de la Asociación de Mayo.En 1834, finalizó con sus estudios preparatorios e ingresó al Departamento de Jurisprudencia para seguir la carrera de leyes.
Obtuvo el bachillerato en 1837, con una tesis que versaba sobre las Leyes porque deben arreglarse los efectos civiles del matrimonio.Junto a Echeverría, Acevedo y Alberdi, López formó parte de las interminables veladas que acaecían en el Salón Literario de Marcos Sastre. Allí se forjaron su carácter y sus ideales acerca de la patria y su cultura. Por esa época, ingresó a la Academia de Jurisprudencia, recibiendo el título de abogado en 1839.En 1840, huyendo del régimen rosista, Vicente López marchó a Córdoba, el segundo centro de influencia ideológica y cultural del país. Allí llevó a la Asociación de Mayo, abriendo una sucursal en la ciudad capital.
Poco después, debió emigrar y pasó a Chile, donde escribió numerosos artículos de tinte político en La Gaceta de Comercio, El Heraldo Argentino y El Progreso. También fundó una revista cultural, llamada Valparaíso, en la ciudad homónima. Sus labores en Chile fueron variadas: enseñó retórica en el Instituto Nacional de Santiago, escribió los primeros estudios históricos (el ensayo Vindicación de la República Argentina en su revolución y en sus guerras civiles, de 1841, y la Memoria sobre los resultados generales con que los pueblos antiguos han contribuido a la civilización, de 1845), y estudió Humanidades, alcanzando el bachillerato a mediados de la década del ´40.
También produjo dos textos escolares (Manual de Historia de Chile y Curso de bellas artes), que alcanzaron un gran éxito en las universidades transandinas.En 1846, siendo ya un reputado abogado e historiador, López arribó a Montevideo, el centro de conjunción de los emigrados argentinos. Cuando el rosismo comenzaba a caer, en 1851, viajó a Río de Janeiro, donde publicó su Compilación de documentos relativos a los sucesos del Río de la Plata desde 1806 a 1807.Con Urquiza en el poder, su padre, Vicente López y Planes, fue designado gobernador provisional de Buenos Aires y a él se le confió el cargo de Ministro de Instrucción Pública.En los años siguientes, enseñó Economía Política en la Universidad, colaboró con la Revista de Buenos Aires (publicando artículos sobre historia, arqueología, filología y derecho), y comenzó a militar en política.
En esta actividad, fue elegido convencional constituyente en 1853, y tuvo ocasión de polemizar con Sarmiento, desde las páginas de La Patria, acerca de la necesidad de la Reforma Constitucional.Luego de cortos viajes a Montevideo, López se erigió, en Buenos Aires, como uno de los más destacados juristas de la época. En ese rol, polemizó con vehemencia con Vélez Sarsfield, acerca del contenido y función del Código Civil. En 1871, junto a Juan María Gutiérrez y Andrés Lamas, fundó la Revista del Río de la Plata.
En 1872 fue nombrado titular de la Cátedra de Derecho Romano de la Universidad de Buenos Aires. De sus lecciones nació el Curso de Derecho romano bajo un nuevo plan, una obra que se utilizará para la enseñanza de la disciplina. Dos años más tarde, asume en el cargo de Rector de la Universidad, en reemplazo de Gutiérrez.
Paralelamente, López desempeñó una vasta carrera política. Entre 1870 y 1873 fue convencional constituyente en Buenos Aires, y formó parte, junto a Mitre y Gutiérrez, de la comisión encargada de redactar la sección "Declaraciones, Derechos y Garantías". Enseguida, fue elegido diputado nacional, función que desempeñaría hasta 1879.Estos son los años donde su producción escrita es más profusa.
En 1871 publica Las razas arianas del Perú; en 1872, Las obras del puerto de Buenos Aires; entre 1886 y 1891, los seis tomos de los Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires (1569-1643); en 1881, la Historia de la República Argentina; en 1884, El conflicto y la entrevista de Guayaquil, expuesta al tenor de los documentos que la explican; y en 1889 y 1890, los dos volúmenes del Compendio de Historia Argentina, adaptado a la enseñanza de los colegios nacionales, una obra que, en los primeros años del siglo XX, sería la más usada en las escuelas argentinas y que más tarde se transformaría en un exitoso Manual de Historia Argentina.De esta época, también, data su polémica con Mitre, acerca de la Historia de Belgrano, de este último.
Más allá de los hechos históricos específicos, el enfrentamiento fue de extraordinaria jerarquía intelectual y conllevó un profundo debate acerca de la historia como disciplina científica, sus métodos y fuentes. López y Mitre eran los dos máximos exponentes de los estudios históricos del momento.En 1890, fue designado Ministro de Hacienda del gobierno de Carlos Pellegrini. Estando en ese cargo, en 1894, recibió la noticia de la muerte de su hijo Lucio Vicente López, el autor de "La gran aldea", acaecida como resultado de un duelo de honor. El hecho le significó una profunda tristeza y un sentimiento de abatimiento que marcó el último decenio de su vida.Finalmente, falleció en Buenos Aires en agosto de 1903.
En 1962, su voluminosa biblioteca personal, sus archivos y escritos pasaron a formar parte del Archivo General de la Nación

* Texto tomado del Portal Educativo Argentino (www.educ.ar)

******************** UN TEXTO DE SU PLUMA *******************

I. ETIMOLOGÍA Y SIGNIFICADO DE LA PALABRA HISTORIA

En la etimología de nuestra lengua, la palabra Historia tiene el mismo origen y el mismo sentido que la palabra Vidrio (1).

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(1) La raíz es Fid (vid) en sánscrito; igual a Feid o Veid en griego (Eido); igual a Video-Vítrum en latín: a Verre en francés, etcétera: y de ahí Fid-tor o Istor: según Curtius pág. 217: Mey. 313; Anatole Baylli, 350.

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2. La razón de esta común etimología es sumamente clara: el vidrio se llama vidrio porque su transparencia permite ver lo que queda al otro lado. Del mismo modo, el tiempo que es el campo visual de la Historia, tiene en sí mismo una transparencia que la memoria puede penetrar como la vista penetra en el vidrio, para ver al otro lado del tiempo presente los sucesos que quedan en los tiempos pasados.

3. Nadie ignora que el vidrio puede ser trabajado con tal arte que nos permita vencer enormes distancias, acercar a nuestra vista los objetos lejanos, o dar grandes proporciones a los pequeños. Así también, siendo el propósito de la historia traer las épocas pasadas al alcance del tiempo presente, se requiere que el arte le dé la misma fuerza de visión para que la memoria humana pueda penetrar hasta los techos lejanos al través de la transparencia del tiempo; condensándolos bajo la acción de nuestra memoria, como si los tuviéramos presentes, con el saber, con la experiencia y con los demás accidentes sociales ocurridos en las naciones que han vivido y muerto en el pasado.

4. La idéntica etimología del poder de la vista que ve lo presente, con el poder de la memoria que puede rever lo pasado, no es, pues, antojadiza o imaginaria, desde que queda probada la identidad de la raíz clásica que contiene el fonismo y el sentido de ambas palabras. Si siguiéramos comparándolas encontraríamos que su luminoso paralelismo se continúa en toda la serie de sus consecuencias. El ojo es al tiempo presente -lo que la memoria al tiempo pasado: la transparencia del tiempo es a la memoria- lo que la transparencia del vidrio al ojo; los obstáculos de la distancia son al poder limitado del ojo lo que es la antigüedad al poder limitado de la memoria y a la brevedad de la vida humana: los auxilios del arte que aumentan la potencia del vidrio, son al ojo –lo que los estudios eruditos son a la potencia de la memoria contra la obra de los tiempos. De todo lo cual se deduce que la definición perfecta de la historia sería "La Historia es la visión de los sucesos pasados que quedan a la espalda del tiempo presente".

II. ELEMENTOS QUE ENTRAN EN LA NOCIÓN TÉCNICA DE LA HISTORIA

5. Cuatro son, pues, los elementos de la historia. Dos de ellos pertenecen a la naturaleza física de nuestro planeta, a saber: El tiempo y la distancia. El tercero, la memoria, es una facultad mental del hombre; y el cuarto, la escritura y el estilo, son obra del arte.

6. Si estos elementos funcionaran a un tiempo y con armonía, la historia no tendría secretos. Pero, como el tiempo corre de suyo desbordando día por día la memoria de los hombres, sin preocuparse de ellos; y como la memoria es débil y limitada para absorber el violentísimo pasar del tiempo, resulta una divergencia que origina la partida de una masa enorme de sucesos, que son, diremos así, la Historia perdida.

7. Entre nosotros mismos tenemos el ejemplo. Muchísimos siglos antes de Cristóbal Colón vivían en estas regiones del Río de la Plata y de los Andes, millones de habitantes, muchos de ellos civilizados y con lenguas cultas. Ahí tenemos, pues, la prueba que, desde tiempos ignorados, esas tribus han hecho historia, es decir, han formado agrupaciones, provincias y gobiernos: han mantenido relaciones, puesto que han vivido en lugares inmediatos, contiguos y comunicados por caminos. Duda ninguna queda, por consiguiente, de que han tenido guerras, luchas de ambición y de conquistas, con el cortejo de pasiones, de intereses, de horrores y de conflictos que esos acontecimientos producen en las agrupaciones sociales. ¿De dónde vinieron al país en que los encontró la conquista española? ¿Dónde nacieron, quién les dió su lengua? Ni ellos lo saben, ni nosotros hemos encontrado vestigios con qué averiguarlo. Aquí tenemos, pues, sin salir de nuestro suelo un importantísimo ejemplo de Historia Perdida (2).

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(2) Lo llamamos importantísimo no tanto por las razas mismas de que se trata, cuanto por el problema de su origen. "Son producto de la tierra en la lejanía de los siglos sin cuenta". "Proceden de algunas colonias o inmigraciones marítimas". "Con qué otros puntos de la tierra está ligado su origen"... ¡Misterio insondable!

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8. Los problemas de la historia perdida son arduos; y lo son no sólo para nosotros solos, sino también para todas las naciones europeas, que del mismo modo ignoran la procedencia de las razas primitivas.

III. LA LENGUA NACIONAL EN LA HISTORIA

9. Señalado el dificilísimo problema de los tiempos primitivos, conviene determinar la grande importancia que la lengua tiene para resolverlo. Si al investigar el origen de nuestros indígenas encontrásemos en las islas Canarias, en Madagascar, en la Polinesia, o en otra parte, palabras y formas gramaticales similares, lo tomaríamos al momento como un dato de que las razas respectivas habían estado vinculadas en los tiempos primitivos de su historia por un mismo idioma. Al favor de este dato seguiríamos las investigaciones hasta donde nos fuese posible comprobar científicamente los resultados.

10. Lo que es una mera suposición aquí, es ya una verdad respecto de las lenguas europeas. Tomemos por ejemplo la palabra día: en italiano, giorno, en francés jour. Cualquiera diría que no tienen ningún parentesco entre sí, y que cada una forma distinta lengua. Pero si tenemos presente que de la palabra día hemos sacado nosotros y los latinos otra palabra diurno (diurnus en latín) veremos al momento que por diurno, los italianos dicen giorno, y los franceses jour; y que no sólo son ellos los que han formado su palabra quitando la d, sino que nosotros también la hemos quitado en las palabras jornal y jornada. De modo que siendo evidente la comunidad del origen latino de esas tres palabras jour, giorno y día que nos parecieron tan diversas, es también evidente la comunidad de los orígenes históricos de las tres naciones.

11. En el mundo moderno no existe hoy nación ninguna cuya historia sea independiente en su origen o en sus vinculaciones con la historia de las demás. Con nada más que preguntarnos a nosotros mismos qué lengua hablamos y por qué la hablamos, veremos que esa lengua nos viene de la conquista y de la colonización española, y que como es una lengua latina por su origen, procede de la conquista y de la colonización de la España por los Romanos. Aquí nos tenemos, pues, estrechamente emparentados por la lengua, con ese gran pueblo de la Historia Clásica, lo que hace que seamos clásicos también por nuestro origen y por nuestra raza.

12. Una vez puestos en este terreno, podemos lanzar la mirada en derredor nuestro, y notar que el mismo hecho se presenta en la lengua francesa, en la italiana, más o menos acentuado en la lengua inglesa y en todas las demás lenguas de la Europa: de lo que se deduce que todas ellas han sido alguna vez provincias conquistadas y civilizadas por los Romanos; y que de ahí nos viene a todos la comunidad histórica-social y la de las lenguas que hablamos. Demos ahora un paso más, y encontraremos que los Romanos están emparentados por la lengua y por la historia con los Griegos; que en sustancia tienen un mismo vocabulario y una misma gramática. Que los griegos están del mismo modo vinculados con los antiguos imperios del Asia, cuyos recuerdos, orígenes y lenguas se pierden en las tinieblas del mundo prehistórico; y que, por consiguiente, nuestra lengua nacional, nuestro estado social y nuestra cultura, están vinculados por la tradición inmemorial a las más ilustres razas y pueblos del mundo antiguo.

IV. LA LENGUA MATERNA EN LA TRIBU PRIMITIVA

13. Así como los niños toman en el seno y en los labios de la madre las primeras nociones que los vinculan a la familia, las tribus primitivas, que son los niños de la historia, tomaron en el calor de la lengua materna las primeras nociones que los unieron a los hombres de su raza, a la tierra que los alimentaba y a los héroes de su tradición salvaje, magnificándolo todo con la imaginación vivaz y con las pasiones exaltadas que constituyen el temperamento moral de los pueblos primitivos o bárbaros. Su vida era un combate terrible, constante, con los fenómenos inclementes y con las fuerzas brutas de la naturaleza, una guerra sin tregua, de bárbaros contra bárbaros, predispuestos a devorarse sin más derecho que el de la fuerza. La lengua de la tribu se impregna naturalmente de la aspereza brutal que le transmiten las emociones excesivas de su estado social. Su existencia, su fortuna o sus desgracias son obra de la pujanza de sus heroicos y fabulosos antepasados, servidos o perseguidos por los espíritus sobrenaturales; porque en la oscuridad embrionario de los tiempos primitivos los hechos abstrusos, violentos, carecen, como el lenguaje que los vierte, de la sencillez con que se producen y se explican los hombres cultos en los tiempos históricos. La razón del bárbaro es obtusa; su pasión y su lenguaje exaltado, pintoresco, áspero; su fuerza, pujante; su fantasía, poderosa.

14. Aunque no tengamos la historia de este estado moral, tenemos de hecho la prueba de que algunas de las tribus primitivas, ya por las ventajas del suelo, por dotes superiores, por el genio de sus héroes, o por otras coincidencias que influyen en la suerte de las naciones, aumentaron su poder, se hicieron conquistadoras de vastas regiones desde Asia hasta Europa. Los modernos no tenemos ciertamente el enlace perdido de esos acontecimientos; pero tenemos la prueba irrecusable al ver en el fondo de todas nuestras lenguas las raíces y las formas orgánicas de la gramática y del vocabulario prehistórico; las tenemos en las leyendas que nos cuentan sus glorias y sus fábulas, y en las ruinas monumentales que han dejado en todos los países donde vivieron y dominaron esas razas, tribus o naciones perdidas.

15. En el estado de tribu, análogo al estado de niñez histórica, el alma del bárbaro, y el espíritu común de su tribu, vive predispuesto a emocionarse y a exaltarse; y de ahí proceden los rasgos fantásticos y poéticos de sus tradiciones y de su lengua. Observemos lo que pasa en los niños: cuanto más heroico y más sobrenatural es el cuento que se les hace, mayor es el interés y la fascinación intelectual con que lo gozan. Esa misma fue la condición natural de la tribu antigua. Su tradición, su primera historia, la historia de nuestros antepasados en los siglos inescrutables de que procedieron, fue un conjunto de CUENTOS como los que tienen todavían en su repertorio los sirvientes o los cronistas anónimos de nuestras bajas esferas sociales.

Y así como del seno de la barbarie salieron los primeros destellos de la historia poética, en forma de piezas heroicas, de leyendas locales, que condensadas en tiempos posteriores han venido a formar obras de conjunto con el nombre de EPOPEYA, palabra griega que significa narración cantada, es decir Leyenda rimada.

16. Desde que la tribu oye y canta sus tradiciones, nace en su vida el primer germen de su historia propiamente dicha. Al desenvolverse nacen naturalmente en su seno genios inspirados que se consagran a transmitir las proezas legendarias de sus héroes. Al principio esos historiadores poetas fueron cantores ambulantes que hacían profesión de componer o de recitar leyendas patrias magnificadas, en las fiestas de la raza, en los campamentos, en las ciudades de los Reyes, y en las plazas públicas donde eran recibidos y agasajados con el entusiasma y con la admiración de los pueblos que concurrían a oírlos como vamos hoy a oír a la Patti Semiramis o a la Bernhart Medea. Los griegos los llamaban Rapsodes, cuyo significado es poetas ambulantes; y no hay duda que de entre ellos surgieron los poetas Epicos que llevan el nombre famoso de Homero, autor consagrado de las leyendas de la Guerra de Troya (3).

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(3) Raps-odes viene de Raplein (coser tejer) y ode (canto). Véase al fin del volumen la nota HOMERO.

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V. LA LEYENDA EN LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS CLÁSICOS Y MODERNOS

17. Tan poderoso ha sido el influjo de la leyenda en el origen de las naciones, que no hay una sola de ellas, antigua o moderna, cuya lengua y cuya historia no hayan comenzado por narraciones en que la verdad primitiva aparece envuelta en las fantasías de una imaginación exhuberante y bárbara, a la manera del paisaje erizado de agrestes montañas, que en una noche tenebrosa presentó de improviso a los ojos del Dante el terrorífico fantasma de Nabucodonosor. Todos los imperios antiguos principian así su historia por larguísimos períodos de siglos sin luz en que los personajes figuran como semidioses, como monstruos, como héroes de procedencia divina y relacionada con los astros. Nino rey de Nínive es hijo del Fuego Solar; protegido por su padre Sol, reina, vence, conquista todo el centro de la Asia, y levanta en pocos años monumentos que, a no haber salido de la voluntad de un semidios, habrían requerido siglos de trabajo y de gobierno humano. Semíramis, su consorte, es encarnación de la Luna, como debía ser la mujer del Hijo del Sol, y no es menos maravillosa la historia de sus hechos. ¿Será del todo falsa, por eso, la Leyenda? ¿No podrá sospecharse que, dentro de esas, fábulas, haya hechos verdaderos: y que Nino y Semíramis sean dos grandes épocas históricas, de la Religión Solar la una, de la Religión Lunar la otra, como la media luna de los mahometanos y el Sol de los Incas según que la medida de los tiempos se haya tomado en el curso del Sol, o en el curso de la Luna; que como es sabido dan diverso resultado en el cálculo de las estaciones y de los trabajos de la agricultura? Lo que se cuenta, pues, como proezas de dos seres fabulosos, ¿no envolverá en realidad los hechos y los adelantos de dos EPOCAS, de dos sistemas cronológicos, de dos civilizaciones separadas por enormes espacios de tiempo, concentrados por la Leyenda en dos semidioses, y en dos reinados? La historia griega parte de iguales problemas, que esconden en sus misteriosas personificaciones el origen y las aventuras de las primeras colonias, de sus primeras lenguas y de sus primeras apariciones en la historia. Toda la historia de Roma es legendaria en su punto de partida. Basta recordar la leyenda de la Loba que amamantó a Rómulo y Remo, el rapto de las Sabinas, la ninfa Egeria de Numa, Brenno, Camilo, Coriolano, y tantos otros sucesos de los primeros siglos de la República patricia, en cuya historia están transparentados los mil cantares y poemas heroicos de donde proceden las narraciones sucesivas. Recordemos las crónicas religiosas y caballerescas de nuestras razas modernas y en los Romances del Cíd, de la Mesa Redonda, de los Pares de Francia, de Don Pelayo, de Santiago, de Rolando, de la Virgen de Covadonga, de la Virgen del Pilar, y tendremos también otros tantos ejemplos de cómo ha entrado la leyenda en nuestros tiempos modernos. ¿La Virgen de Mercedes no es un actor integrante de nuestras victorias de Tucumán y de Salta? ¿No festejan nuestras iglesias, año por año, su advocación; como la de la Virgen del Rosario en el aniversario de la batalla de Lepanto, la de Santa Clara en San Juan por nuestra victoria sobre Beresford? Si aun en nuestros tiempos se conservan y se respetan esos restos del misticismo legendario primitivo, bien se puede comprender cuán poderoso influjo debió ejercer en la imaginación ferviente y tempestuosa de los tiempos bárbaros y en las formas duras y violentas de sus idiomas.

18. En las tribus bárbaras de muestras pampas hemos tenido la leyenda hasta ahora poco en su estado primitivo, y quizás la tenemos todavía en lo que queda de sus toldos por los extremos del sur, y en los centros solitarios del Chaco Hualampa. Es de ver la animación y el énfasis con que peroran cuando se exaltan en alguna fiesta de la tribu.(4).

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(4) En 1840 he tenido ocasión de presenciar una escena de esta clase. Vino a Córdoba, donde yo estaba, una embajada de 28 caciques y capitanejos a tratar de paz y pedir regalos. Se les preparó un banquete de cuatro yeguas y, dos o tres cuarterolas de aguardiente. Se les encerró en un corral y se les quitó las armas, a lo que ellos accedieron, en precaución de los excesos de la borrachera. Provisto cada uno de ellos con el tallo hueco de una paja fuerte que les servía de bombilla, después de hartarse, se echaron sobre la bebida; y comenzó la algazara. A poco rato uno de ellos se alzó del suelo y entonó una arenga en frases mezcladas de alaridos. Nosotros presenciábamos el espectáculo desde una azotea y el lenguaraz que nos servía de intérprete nos decía que estaban hablando de sus padres, de las victorias que habían ganado, de los millares de cristianos y otros enemigos que habían degollado, de las malicias del diablo, y de las atrocidades que los cristianos habían cometido con sus mujeres y sus hijos. En algunos períodos del discurso, que parecía cantado por la entonación, el orador intercalaba aullidos feroces, y los demás aullaban con él, hasta que unos tras otros comenzaron a caer en tierra completamente ebrios. No hay raza ninguna europea o clásica, que en el primitivo estado de sus tribus no haya sido lo mismo, y no haya hecho lo mismo, y el que quiera comprobarlo que lea a Homero.

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19. Aun en nuestros tiempos presentes la forma legendaria surge espontáneamente en la vida de los pueblos. ¿Qué es, de punta a cabo, nuestro Himno Nacional sino una leyenda histórica, en que lo real va envuelto con lo fantástico? ¿Y no será precisamente a eso, a lo que debe el prestigio que conserva en nuestro espíritu popular?

Leyenda es el Triunfo Argentino de 1807, y es historia también. Magnífica leyenda es el canto de Olmedo a la Victoria de Junín. Y se puede decir que muchos de nuestros personajes históricos, muertos de ayer no más, comienzan a tener una leyenda más o menos aceptada por la veracidad histórica. Lo que falta para que broten sus rasgos fantásticos es el curso crepuscular y la ruina de los siglos.

VI. TRANSICIÓN DE LA LEYENDA A LA HISTORIA

20. A medida que las tribus de la raza griega se civilizaban, entablaron relaciones marítimas y comerciales con las costas asiáticas que tenían a su frente; pues de ahí habían venido en la noche de los tiempos las primeras colonias que poblaron esa maravillosa región predestinada a civilizar las costas del Mediterráneo. Allí comenzó aquel asombroso adelanto que debía modernizar el espíritu de las primeras edades, inoculándoles el genio y el carácter de una nueva civilización, que ha venido enlazando sus beneficios hasta nuestra historia nacional, por una serie de progresos sin solución de continuidad. Ese gran paso es el que se dio con la Escritura Analítica en forma de letras silábicas que reproducen los sonidos simples de la boca humana, enteramente distinta del dibujo simbólico y convencional de los objetos, que formaba la escritura sacerdotal de los viejos imperios de la Asia.

21. Una vez conquistado este poderoso instrumento de difusión, los griegos se dieron a escribir en forma moderna, diremos así sus tradiciones, sus hechos contemporáneos, y las noticias que sus viajeros exploradores recogían por las tierras y naciones exóticas que visitaban con ávida curiosidad. Constituyeron así con el tiempo, una admirable literatura de carácter épico al principio, histórico, filosófico y social después. De ese modo se transformó la historia primitiva en historia expositiva, mediante la cual se ven enlazados los sucesos con sus fechas relativas (cronológicas) con los lugares en que ocurrieron (geografía) y con las naciones o los personajes que tomaron parte en ellos.

22. Bien se comprende que las tribus bárbaras no han podido hacer de un salto el pasaje de la historia legendaria a la historia expositiva. Hay entre una y otra un intervalo de siglos incalculable que podríamos comparar con el claro-oscuro del crepúsculo matinal al pasar de la noche al día, en que los conjuntos y los objetos se presentan como si fuesen formas vagas y confusas que se movieran a la distancia mudas y misteriosas. Del mismo modo, en la tribu bárbara todo se ve y se expresa al través de la imaginación inventiva, visionaria y exaltada por las pasiones impetuosas, por los ensueños grandiosos, por el personalismo heroico y por las ráfagas de fuego, que dan vida, acción y aliento a sus tradiciones. Esos siglos son, pues, el seno insondable en que la oscuridad crepuscular de la Leyenda se ha transformado a la claridad diáfana de la historia, representando los efectos de la niñez histórica transformados en los efectos del hombre social por el influjo de la lengua materna.

VII. CIENCIAS HISTÓRICAS COOPERATIVAS

23. Hay siete ciencias que se llaman históricas, porque con sus investigaciones cooperan al recuerdo y al esclarecimiento de los problemas que presentan a los tiempos históricos. Hemos visto antes que a causa de la rapidez con que pasa el tiempo y de la debilidad de la memoria humana, queda perdida en sus orígenes, y en las épocas intermedias, una masa enorme de hechos importantísimos de que no hemos recibido tradición escrita ni oral. Veamos, pues, cómo es que las ciencias cooperativas pueden ayudarnos a llenar en parte este lamentado vacío.

1º- La Língüística o Filología

24. En el parágrafo III (núm. 10), dimos ya algunos datos que conviene ampliar para que se vea cómo es que el estudio comparativo de las lenguas puede esclarecer puntos capitales de la sociabilidad problemática de los tiempos perdidos.

25. Si las lenguas difundidas en una vasta extensión de países lejanos unos de otros, nos ofrecen analogías etimológicas y gramaticales, sin que ninguna de ellas haya podido ser la incubadora de las demás, se deduce forzosamente que entre ellas no hay vínculo de maternidad originaria, sino parentesco fraternal: v. gr.: desde el punto de vista filológico, la lengua hispano-americana no tiene vínculo filial con la lengua castellana peninsular, porque ambas son hijas del latín que es la lengua madre. En el mismo caso están los idiomas sanscrito y zend con respecto al griego, al latín y demás lenguas antiguas. El primero ha florecido en la India a orillas del Ganges; el segundo en las alturas del Irán (hoy Pamir); el tercero en las islas y costas del Mediterráneo; los otros en el norte de la Europa y en el Centro de la Italia. Ocupan, como se ve, las extremidades del mundo antiguo. Ningún contacto recíproco señalan las viejas tradiciones entre ellos. Entretanto, todos tienen las mismas raíces lingüísticas, los mismos temas pronominales, las mismas inflexiones nominales y verbales y la misma constitución gramatical. Como esto no puede ser efecto del acaso, tiene necesariamente que haber procedido de una época primitiva ignorada, en que una raza desconocida, usando de una lengua madre, hoy perdida, realizó por la conquista y por la colonización (del mismo modo que los romanos lo hicieron después) una difusión poderosa de su lengua y de su cultura, por entre todas las tribus que en ese tiempo insondable habitaban la Asia, del Irán hacia la India por un lado, y hacia las costas y las islas europeas, por el otro.

26. De esa raza y de su lengua apenas conocemos el nombre, que por una vieja leyenda se ha transmitido a las lenguas, hoy muertas, de sus descendientes. En sus antiquísimos y fabulosos poemas dicen éstos que la tierra originaria de sus heroicos antepasados había sido la elevada región llamada Aryana-Voedjó -que dice "lecho o casa de los Aryos". Aquella tierra era un opulento jardín, que al fin de algunos siglos se enfrió de tal manera que su vegetación y sus animales perecían. Los habitantes tuvieron que desparramarse por el mundo. Principia, pues, esa leyenda por recordar (con probable verdad) uno de esos cataclismos que en las edades primeras del globo han debido ser más frecuentes que en las nuestras, como lo demuestra la geología. (El enfriamiento.)

27. Tenemos, pues, que el hecho más remoto, el más primitivo a que ha llegado la ciencia histórica de los modernos es la existencia incontrovertible de un idioma ARIACO, que en los tiempos "sin historia" hizo el mismo papel civilizador que la lengua latina ha desempeñado en los tiempos históricos. Los que hablamos español en la América del Sur, somos, pues, por la lengua y por la raza legítimos descendientes de esa primitiva tradición.

28. Conquistado este punto inconmovible, la filología ha emprendido otros trabajos tendentes a investigar diversos detalles importantes sobre la vida social de los pueblos antiguos. En el tiempo primitivo, la tribu originaria ha dado nombre, precisamente en su lengua, a los útiles de su servicio doméstico y público, a las fuentes de su producción, a los productos de su industria, de su comercio, a todo, en fin, lo que se ha relacionado con su vida particular y social. Fácil es comprender que si tenía un nombre para el arado, para el trigo, para el buey, para el caballo, para la vid, para el vino, se podía deducir que había sido una tribu agricultora; y del mismo modo, por las raíces coherentes que su lengua perdida ha dejado en las demás que le sucedieron, se puede seguir las investigaciones y establecer el orden social y el grado de civilización alcanzado en su vida histórica; y llegar también a conjeturar y suplir sus relaciones externas con otros países, por el solo estudio de sus palabras, sin que tengamos, ni podamos tener ya, la crónica de sus hechos y de su tiempo (5).

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(5) Muchos sabios modernos han llevado estas investigaciones hasta un adelanto asombroso. Se cita como uno de los más meritorios a Mr. Adolpye Pietet, sabio belga, autor de Les orgines Indoeuropéenes ou des Aryas primitifs, que no ha dejado animal, instrumento, producto o cosa alguna cuyas raíces lingüísticas no haya restaurado para deducir quiénes eran y cómo vivían los pueblos de esa raza.

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2º - La Paleontología

29. Esta segunda ciencia cooperativa de las investigaciones sobre la primitiva historia, se subdivide en dos ramas. Se llama Paleontología cuando investiga los restos fósiles de los animales que vivieron, y deduce por ellos las edades geológicas del mundo, y el estado social de los hombres primeros en cada región; y se llama Paleoetnología cuando estudia los rasgos físicos (étnicos) de los restos humanos que se han encontrado en estado fósil dentro de las cavernas y profundidades de la tierra, al perforar pozos artesianos o al hacer otras grandes excavaciones. Su importancia es evidente desde que se sepa que, con los esqueletos humanos, han quedado en esas cavernas armas e instrumentos industriales de distintos materiales, que prueban, por ejemplo, si esos hombres primitivos conocían o no los metales, si estaban reducidos al uso de la piedra o de los huesos para cazar y llenar las necesidades de su vida, y en qué época geológica comienzan a encontrarse armas, instrumentos y objetos de metal, problemas de sumo interés para penetrar y adelantar en el conocimiento del estado étnico y social de las primeras edades.

3º- La Numismática

30. La numismática estudia las monedas antiguas, las medallas y otras piezas cualesquiera de metal inscriptas con lemas o símbolos. Es un auxiliar de grande valor para las investigaciones históricas. Con sus leyendas, efigies o figuras de sentido abreviado o simbólico fija los tiempos y las circunstancias históricas ajenas a su fabricación.

4º- La Etnología

31. Esta ciencia estudia las condiciones físicas y propensiones morales de las razas humanas; es decir, la constitución típica de su relativo organismo, en cada región del globo; y las leyes de su desenvolvimiento histórico en el curso de su civilización. A nuestro modo de ver se ha abusado, y se abusa mucho todavía, de la aplicación de esta ciencia al examen y explicación de las condiciones morales de las razas europeas. Se toman los accidentes políticos de su historia como efectos fatales de la ley de la raza especialísima a que pertenece tal o cual agrupación, y se prescinde del trabajo de refundición y de amalgama que una misma civilización ha realizado sobre razas de origen diverso. Desde Cervantes hasta Voltaire, las razas latinas se pregonaban como razas superiores del mundo. Con sus idiomas neo-latinos civilizaron a la Europa. Con soldados de raza latina, Carlo Magno y Napoleón vencieron a las razas sajonas durante muchos siglos. Predominó la variedad española en el siglo XV y XVI. Predominó la variedad italiana en los tiempos de Roma. Predominó después la variedad francesa. Antes que ninguna otra, la variedad inglesa arribó a la libertad política y a la opulencia marítima. Se abrió paso después en la erudición científica la variedad alemana. Con un estallido de batallas ganadas en pocos días postró a la variedad francesa; y absorto el mundo insustancial con un fenómeno de época, simplemente transitorio como los demás, se ha puesto a propalar, como ley orgánica etnológica, que la raza sajona ha nacido superior a las razas latinas pasándolas a todas por debajo de las piernas de ese Coloso de Rodas. Las razas humanas viven, se alteran, decaen y se reponen como todas las fuerzas de la naturaleza. Ejemplos: La Italia, la Grecia. Esa es la única ley; las otras son ficticias y fenómenos del tiempo.

5º- La Arqueología

32. Ciencia esencialmente histórica e inseparable, de hoy en más, para investigar la industria, la cronología y el estado social de los pueblos antiguos en absoluto, y de los relativamente antiguos con respecto a los pueblos recientes, la arqueología vive y fructifica removiendo los fragmentos que en ellos han quedado de las épocas anteriores, como son útiles del servicio doméstico, joyas, tejidos, atavíos, piedras, flechas, espadas, vasos pintados, y todas aquellas cosas que por su materia, forma o adaptación pueden indicar no sólo el grado de barbarie o de civilización en que se hallaban los hombres que las usaron, sino las épocas relativas de su fabricación y de su procedencia, por ejemplo, en las excavaciones de las ruinas de Mycenas, capital de los reyes y héroes homéricos, se han encontrado todos los vestigios del reino de Argamenon, de su mujer Chlytemnestra y de Egipto, sus asesinos, y de su hijo Orestes, su vengador. Se han encontrado tejidos y objetos fabricados en Egipto que prueban el comercio marítimo frecuentado por la Grecia con los pueblos del Nilo, desde esos remotísimos tiempos, de que no quedaba más mención que los poemas épicos de Homero; y las tragedias de Sófocles, de Eurípides, tenidas por leyendas fabulosas, de hoy en más han entrado en la verdad histórica por los descubrimientos de la arqueología.

33. Supongamos que en un remoto tiempo en que estuviese perdido el recuerdo de nuestra historia, removiendo el subsuelo de Buenos Aires, algunos arqueólogos futuros encontrasen armas y otros rezagos militares semejantes o iguales a los que se hubiesen recogido en el campo de batalla de Pavía o en el combate de Lepanto. Veríase al momento que pertenecían a las fabricaciones españolas del siglo XV, y se deduciría que en esos siglos los españoles habían estado en el Río de la Plata. Supongamos que los mismos, removiendo el subsuelo de Tucumán o de Salta encontrasen cartucheras, calzado, bayonetas, fusiles a cañones; dirían al momento que eran de fabricación inglesa, y ya por su forma, ya por su fabricación, deducirían que la Inglaterra había comerciado con el Río de la Plata en el siglo XIX; y de dato en dato hallarían el hilo de muchos otros problemas de nuestra guerra de la Independencia. La arqueología abraza, pues, el estudio de los monumentos, ruinas, artes, industrias, trajes, útiles y usos antiguos; con lo que basta para ver la valiosa cooperación que da a los estudios históricos.

6º- La Geografía

34. Cualquiera que sea la época que se estudie, primitiva o secundaria, su historia ha de referirse por fuerza a países y lugares determinados donde hayan ocurrido los hechos precisos o las leyendas fabulosas que se quiere estudiar. No hay, pues, historia sin geografía, como no hay marcha sin terreno. La Geografía y la Historia forman dos ramas del mismo estudio, o mejor dicho, dos estudios inseparables. Mas como cada país y cada lugar se hallan ubicados en el espacio del globo terrestre, tenemos que la geografía, tomada en general, es: La ciencia que tiene por objeto la descripción de la tierra y el conocimiento de las porciones territoriales en que ella se subdivide. En el primer sentido se llama Geografía Física; en el segundo Geografía Política, y también Geografía histórica (6).

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(6) Véase aquí un ejemplo del valor de la geografía en las investigaciones de los pueblos primitivos. A nadie se le oculta la importancia que tiene (por ejemplo) la averiguación de la época en que el TRIGO y el MAIZ han aparecido en la historia. Fácil es ver cuántas soluciones y cuántos esclarecimientos puede dar ese solo problema sobre el estado social de los pueblos perdidos, sobre su clima, los lugares primitivos en que habitaban, su agricultura y su vida. Ahora, pues, hoy está averiguado que los Aryas conocían y cultivaban el trigo, no sólo porque la raíz de las palabras latinas triticum y farina se encuentran de una manera coherente en todas las lenguas clásicas, sino porque lo mismo sucede con la raíz de la palabra arado (aratrum). El nombre de Iberia con que antiguamente se llamaba la España, equivale a país de los Arios, como también el río Ebro (río de los Ib-Eros). Lo que prueba la colonización prehistórica de la España y de la Irlanda por las razas Aryas (Pietet) y la introducción del trigo.

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7º- La cronología

35. Nos bastará tener presente que historia y tiempo, son dos condiciones indispensables para deducir la relación precisa en que los días (las horas, muchas veces), las semanas, los meses, los años y los siglos, se hallan con los hechos que se trata de narrar o de esclarecer. Como los hechos históricos son complejos, y como los de un país se encadenan con los de los otros países, sería envolverlos a todos en una confusión inextricable si no los recitáramos o los escribiéramos en el orden comparativo de su producción y de sus conexiones. Se llama, pues, Cronología, la ciencia que ordena los tiempos y las épocas con relación a los sucesos que se quiere narrar, exponer o estudiar. Por sí sola la Cronología no tiene existencia independiente, pues marcha envuelta siempre en lo que narra.

VIII. DIVISIÓN DE LOS TIEMPOS HISTÓRICOS

36. Se ha visto, pues, cómo es que las investigaciones de nuestro siglo han conseguido tocar positivamente una época prehistórica en que aparece dominando y expandiéndose por el mundo, desde El Irán (Pamir) hacia la India por un lado, hacia las costas asiáticas y turopeas por el otro, UNA LENGUA CULTA y poderosa, en cuyas raíces y formas orgánicas, han germinado, como en un jardín de aclimatación, "todas las lenguas clásicas de los tiempos antiguos y modernos". Ignoramos, ciertamente, el secreto originario, los procederes, los accidentes y la duración de este maravilloso desarrollo; ignoramos todo lo relativo a la raza, y al número de siglos que empleó en consumar su obra. Pero en cuanto a su existencia, no se puede dudar, pues no hay lengua sin raza que la haya hablado; y la filología comparada, que Mr. Pietet con exquisita propiedad llama Paleontología Lingüística, lo ha comprobado de tal modo, que los resultados son ya una parte elemental y necesaria de la cultura científica y literaria en todas las naciones que toman cuidado por la enseñanza seria de la juventud que se educa en sus colegios.

37. Propiamente hablando, el nombre de época prehistórica corresponde mal a ese conjunto de tiempos perdidos, porque se llama época al espacio de tiempo que tiene principio y fin conocidos, mientras que en lo prehistórico no hay cómo fijar sus extremos, por razón de la oscuridad de la lentitud con que lo histórico ha ido saliendo de lo prehistórico, como un crepúsculo que habrá durado siglos. (6)

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(6) Mr. Rodier: Calculs astronomiques sur l’Antiquité des Peuples historiques. Mr. G. de Mortillet: Le Prehistorique et l’Antiquité de l´Homme. "L´homme a apparu en Europe au commencement du quartenaire. C´est done un total de 230,000 a 240,000 ans pour l´antiquité de l´homme", pág.267-68.

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38. En ese tiempo insondable es en el que se han ido forjando naciones que han tomado al fin personalidad en la historia propiamente dicha, sin que nosotros sepamos cómo y cuándo se han constituido. Ni sepan decírnoslo ellas mismas, sino contándonos fábulas milagrosas de su origen divino, y leyendas sobrenaturales; lo que prueba que también ellas mismas ignoraban o habían perdido la memoria de la evolución genesíaca que las había formado. Vemos así a los Egipcios, a los Caldeos, a los Magos, a los Asyrios, Hebreos, Griegos y Romanos aparecer a nuestros ojos con grandes monumentos y con inscripciones formadas de raros caracteres, que al interpretarlos, los sabios modernos han encontrado valiosas noticias sobre reyes y sucesos, oscuros los unos e ignorados los otros (7).

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(7) Uno de los primeros hallazgos de la arqueología moderna fue el de la famosa piedra de Rossetta con una inscripción trilingüe, en jeroglíficos, en caracteres demóticos, y en griego. Champollon (le jeune) la interpretó por medio de los signos y abreviaturas griegas; y sirvió de asidero para que se penetrase en la lectura, interpretación y conocimiento de las otras escrituras y lenguas del Imperio Persa.

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39. Debemos tener presente que las noticias antiguas de estos grandes imperios que figuran en la literatura clásica y en la enseñanza de nuestras aulas, han venido a nosotros recogidas y escritas, después de antiquísimos siglos, en que los sucesos y los actores habían desaparecido. No podemos, pues, tomarlos como íntegros y verídicos sin confrontarlos y purificarlos por medio de una erudición prolija y con datos comparativos bien estudiados. A esta historia, cuyo conocimiento no nos viene directamente de su tradición genuina, sino de referencias y tiempos posteriores, como la Guerra de Troya, la historia de Babilonia, del Egipto, de la India, de las épocas primeras de la Grecia, de Roma, etc., se le da el nombre de Primitiva, no porque sea la primera, cronológicamente hablando, sino porque es la primera en que aparecen pueblos con organismos y entidades definidas. Y aunque no conocemos los detalles de su primer estado social, sino envueltos en concepciones y formas fantásticas, ofrecen, sin embargo, contextura positiva, literaria al menos, con hechos y personajes característicos. Esta época primitiva de los imperios asiáticos, que figuran en nuestra enseñanza de colegio, termina en las conquistas de Alejandro Magno que impuso la dominación y la cultura griega a todos los pueblos y razas orientales, a contar desde el Egipto hasta la India.

40. Los últimos tiempos de la Historia antigua se complican con los brillantes principios de la Historia griega, hasta que los pueblos libres quedan postrados por la anarquía a los pies de Alejandro o de sus sucesores, y vienen los romanos dando comienzo a su grandiosa historia, y poniendo el sello eterno de su nacionalidad, de su lengua y de sus leyes sobre todas las razas, las lenguas y las leyes de los pueblos que debían constituir la civilización y la historia modernas.

Servabitur ubique jus romanum non Imperii ratione, sea Impierio Rationis

41. A la historia de Grecia y de Roma se da el nombre de historia clásica o historia de los pueblos clásicos, porque ha sido, hasta ahora muy poco, la primera y la única que se enseñaba en las clases de los colegios y de las Universidades, con las dos lenguas respectivas en que se halla escrita, que, por igual razón, se llaman también lenguas clásicas.

42. Con los griegos y con los romanos comenzó la historia de la Civilización Occidental, de que nosotros somos descendientes; llamada así por contraposición geográficas la Civilización Oriental de los viejos imperios asiáticos que hemos mencionado, y por la oposición del organismo político republicano y libre en Grecia y en Roma, monárquico-sacerdotal en aquellos otros (8).

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(8) Sería de desear que el profesor acentuase sobre la carta esta contraposición que es muy importante para hacer apreciar la diversa sociabilidad de los grandes grupos.

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43. La historia de Grecia termina en la conquista con que los romanos la convirtieron en provincia; y la historia de Roma termina en el año 330 después de Jesucristo, cuando el emperador Constantino trasladó a Bizancio la capital del imperio, dándole el nombre de Constantinopla. Esa historia se bifurca después en dos ramas: El Imperio de Oriente (bizantino) y el Imperio de Occidente (Latino-Papal).

44. Sacada la capital y puesta a inmediaciones de las costas de Asia, las razas bárbaras del norte comenzaron a invadir la Italia, las Galias, la España y las demás provincias romanas de Europa. Cinco siglos duró esta lucha entre las tribus bárbaras con los descendientes de la civilización latina, hasta que todas esas provincias se descompusieron de tal modo, que quedaron fraccionadas en manos de los jefes de las tribus que se asentaron en ellas (9).

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(9) Lo digno de notarse es que todas esas razas bárbaras del norte traían lenguas perfectamente análogas a la gramática y a las raíces aryanos, lo que prueba que habían germinado en los primitivos tiempos de esa raza madre, como los griegos y los romanos, cuyas tierras habían venido ocupando después de infinitos siglos de obscuridad.

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45. Con este desmembramiento comenzó a desaparecer en Europa la cultura de las letras y de la sociabilidad latina, introduciéndose una mezcla confusa de barbarie, de hábitos orientales, bizantinos y residuos paganos, con los nuevos principios morales del cristianismo. Formóse de ese modo una época intermedia, embrionaria entre bárbara y cristiana, entre pagana y moderna, que, por lo mismo, ha tomado el nombre de Edad-Media. La historia de la Edad-Media concluye por el levantamiento del fraile Martín Lutero contra el Pontífice Católico León X, y por el consiguiente movimiento de las Sectas Protestantes, que dividieron por mitad casi todos los reinos y pueblos de la Europa en el siglo XVI; y se abre en seguida la Historia Moderna con el descubrimiento de la América, en que nuestra tierra entra a figurar en el movimiento económico y social de la civilización y de la política europea.

IX. ACONTECIMIENTOS CAPITALES DE LA HISTORIA MODERNA

46. Bastará enumerar los acontecimientos capitales de la Historia Moderna (de la que somos los hijos primogénitos), para que fijemos su inmensa importancia. Estos acontecimientos son SIETE: 1º- La invención de los tipos de imprenta fundidos (1491), 2º- El descubrimento del Nuevo Mundo (1492), 3º- Las navegaciones de los portugueses por Cabo de Buena Esperanza (1497), 4º- La toma de Constantinopla o establecimiento del imperio turco en Europa (de 1453 a 1500), 5º- El cambio de la dirección del comercio marítimo al través del Atlántico y de los cabos y los estrechos del sur, 6º- La reforma del arte de la guerra por la invención de la pólvora (1360), 7º- La Reforma Protestante (1521). Toda la Historia Moderna podría concretarse en el estudio y exposición de estos siete capítulos.

X. LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA Y SU PRINCIPAL CARÁCTER

47. A mi modo de ver, no hay razón ninguna para tomar a la Revolución Francesa como el arrranque de la Historia Contemporánea. Sus procederes políticos fueron, bajo todos sus aspectos, antiguos y usurpados al viejo régímen, como Tocqueville, Taine, y tantos otros lo tienen demostrado. Sus principios son una confusión de reminiscencias mal dirigidas, malignas muchas de ellas, de los principios republicanos antiguos, de la anarquía griega y romana y del régimen parlamentario cuyo, modelo perfecto y moderno es inglés. De manera que bien observado podemos decir que la Revolución Francesa es EL FIN DE LA HISTORIA MODERNA y no el principio de la Historia Contermporánea: que la primera termina con la caída de Napoleón, acto final de la historia militar de la Revolución Francesa, o mejor dicho, liquidación final del Pasado de la Francia.

48. La verdadera historia contemporánea arranca de la expansión del sistema representativo y parlamentario, implantado o ensayado en los pueblos libres después de la caída de Napoleón en 1815. Su principal carácter, como historia, es el que le dan esas luchas y sacudimientos que han ocupado todo el movimiento político, social y diplomático del siglo en que vivimos. Como esta grandiosa evolución no está terminada aún, es probable que esta historia que estamos haciendo con nuestra propia vida en cada nación moderna, tome el nombre de Epoca Democrática-evolutiva, o algo así, en la lengua política de los que alcancen a ver su complemento; porque ese es el rasgo que da su fisonomía especial al conjunto de los hechos que nos van empujando hacia el porvenir.

49. El verdadero punto inicial de la Historia Contemporánea es común de dos, como se dice en las escuelas. No es en Europa, sino en América donde tiene el tipo de su carácter esencialmente moderno. La Revolución de las Colonias Inglesas y la Revolución Argentina, son los dos hechos que lo fijan mejor, porque son los que descompaginaron el sistema político y comercial del Viejo Mundo; que de no, a la caída de Napoleón, las cosas hubieran continuado siendo una simple prolongación del PASADO, del Monopolio y del Régimen Colonial a la antigua. LA SANTA ALIANZA demolida por la doctrina de Canning y de Monroe lo prueba sin réplica.

* Tomado de: VICENTE FIDEL LOPEZ, Manual de Historia Argentina, versión digital de la Biblioteca Virtual Universal.

FEBRERO: HOMENAJE A DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO

FEBRERO: HOMENAJE A DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO

- EN EL MES DE SU NACIMIENTO -

BIOGRAFIA
Nació en la ciudad de San Juan el 15 de febrero de 1811. Fue su madre doña Paula Albarracín, y su padre, don José Clemente Sarmiento.
Cursa la instrucción primaria en la "Escuela de la Patria" de la ciudad natal, una de las mejores del país a la sazón: por su inteligencia y contracción al estudio se le proclama "primer ciudadano" de dicha escuela. Falla dos veces su intento de continuar sus estudios en Buenos Aires. A los 15 años, acompañando a su tío, don José de Oro, funda en san Francisco del Monte (San Luis), la primer escuela entre las centenares que le deben su nacimiento. Allí concibe la idea de regenerar a la patria por la ilustración pública, idea que es como el eje y la fuerza motriz de toda su vida. Al año siguiente, de retorno en San Juan, trabaja dos años como dependiente en la tienda de una tía suya; en los ratos libres, lee infatigablemente. Toma como modelo a Franklin.
Las circunstancias le obligan a tomar partido en la política y se decide por el unitarismo. Se lanza a la guerra civil.
En 1831, tras el triunfo de Facundo Quiroga, Sarmiento emigra a Chile. Es maestro en la escuela de Putaendó donde gana 13 pesos mensuales de sueldo. Luego es dependiente de tienda en Valparaíso. Con la mitad de su sueldo costea sus estudios de inglés. Pasa más tarde a oficiar de mayordomo en las minas de Copiapó. Como su salud corre muy serio peligro vuelve en 1836 a San Juan. Allí funda una sociedad dramática y luego en 1838, junto con varios jóvenes ilustrados, la Sociedad Literaria, filial de la Asociación de Mayo. Lee durante dos años infinidad de libros. Funda un colegio de mujeres, Colegio Santa Rosa, y su primer periódico: El Zonda (1839). El 18 de noviembre de 1840 salva milagrosamente su vida. Toma, al día siguiente, la vía del destierro, e inscribe aquella sentencia indeleble en una de las rocas de los Andes: "Las ideas no se matan":
En Chile despliega gran actividad y conquista altas posiciones. Se lanza a la política, apoyando a don Manuel Montt, su constante amigo y protector. Colabora en distintos periódicos, dirige la primer escuela normal de Sud América (1842), es nombrado, al fundarse en 1843 la Universidad de Chile, miembro del cuerpo académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades, donde auspicia la simplificación ortográfica. Con Vicente Fidel López crea un colegio particular, el Liceo. Durante tres años (1842-45) dirige El Progreso, primer diario, cronológicamente hablando, que aparece en la capital chilena. Publica varios textos escolares, cartillas y silabarios; dos millones de niños chilenos aprenden a leer por su Método de lectura gradual (1845). Desde el punto de vista literario, esa estancia de Sarmiento en Chile es la más fecunda de su existencia. Aparte de numerosos artículos periodísticos edita "Mi defensa" (1843) y su trabajo sobre Aldao (1845), el cual lo alienta, en virud del éxito obtenido, a escribir su obra capital, Facundo (1845).
Desde 1845 a 1848 viaja por Europa y los Estados Unidos, mandado por el gobierno de Chile a estudiar la organización de la enseñanza primaria. Ese viaje completa su formación mental. De vuelta al país amigo publica dos obras maestras, los "Viajes por Europa, Africa y América" y "Educación Popular", ambas de 1849, la última su obra preferida. Al año siguiente, ve la luz "Argirópolis", libro en el cual aboga por la concordia de los argentinos y la adopción literal de la Constitución de los Estados Unidos. A fines de ese mismo año hace conocer "Recuerdos de Provincia", la mejor escrita y la más tierna de sus obras.
Se incorpora, con el grado de teniente coronel, al ejército de Urquiza (1852). Emplea en Palermo la misma pluma de Rosas en escribir el parte de la victoria de Caseros. Disgustado con el militar entrerriano, gana surincón chileno (junio de 1852), publica su "Campaña en el Ejército Grande", y sostiene su célebre polémica con Alberdi. De pronto, y emulando a su oponente, escribe en 1853, "Los comentarios de la Constitución". Rechaza la diputación que se le ofrece en el Estado de Buenos Aires y, en seguida, al Congreso del Paraná, en representación de Tucumán, proclamándose provinciano en Buenos Aires, porteño en las provincias, argentino en todas partes.
En 1855, impaciente por actuar en su patria, vuelve a Buenos Aires. Redacta el diario El Nacional, es electo concejal (1856) y designado Director de Escuelas (1856-62), y tres veces senador (en 1857, 1860 y 1861). En 1860 desempeña un papel muy lúcido en la Convención reformadora de la Constitución. Ministro de Gobierno bajo la gobernación de Bartolomé Mitre, trabajo a su lado por la unidad nacional. Fracasadas las gestiones pacíficas, y después de la batalla de Pavón, va con la expedición del general Paunero a las provincias de Cuyo. Es designado gobernador de su provincia. En dos años de ejercicio de ese cargo (1862-64) realiza una labor titánica, hasta que se le nombra ministro argentino en los Estados Unidos (1865-68). Sin contar con partido propio es elegido Presidente de la Nación (1868-1874). Al bajar de la presidencia se le designa senador nacional por San Juan. En 1879 desempeña efímeramente, en momentos muy difíciles la cartera del Interior. Dirige la instrucción primaria en la Provincia de Buenos Aires (1875-79) y en el orden nacional (1881). Publica "Conflicto y armonía de las razas en América" (1883), va en misión cultural a Chile en 1884; edita el diario "El Censor" (1885), donde inserta después su libro sobre Francisco Javier Muñiz y "Vida de Dominguito", el hijo muerto en la guerra del Paraguay.
Resentido seriamente en su salud parte al Paraguay en 1887 y retorna al vecino país por última vez al año siguiente. El 11 de septiembre de 1888 fallece en Asunción. Sus restos fueron inhumados en Buenos Aires, diez días después. Ante su tumba, Carlos Pellegrini sintetizó el juicio general: "Fue el cerebro más poderoso que haya producido la América".
* Tomado de: http://www.unahistoriadistinta.com.ar/sarmiento.htm

- UN TEXTO DE SU PLUMA -

FR. Justo de S.ta María de Oro
De entre aquellos sabandijas vivarachos, turbulentos i traviesos de los hijos de Don Miguel, el mayor de todos, Justo, contrastaba por el reposo de su espíritu reflexivo, i la blandura de su carácter. Era la víctima de la malicia inquieta de sus hermanos José i Antonio en la niñez; tirábanle con las almohadas cuando dormía, meábanle las botas cuando iba a levantarse, i a toda hora del día suscitábanle tropiezos, tendíanle asechanzas, i lo acusaban a su severa madre de diabluras que ellos hacían exprofeso para ponerlo en aprietos.

El niño Justo fue llamado así para perpetuar el nombre de Fr. Justo Albarracín su tío, que era cuando nació la lumbrera del Convento de Santo Domingo i el timbre de la familia; i en aquellos tiempos en que las familias aristocráticas estaban debidamente representadas en los claustros, el primojénito de a familia Oro fue destinado a seguir bajo el hábito dominico la no interrumpida cadena de frailes sabios de la familia. Mostrose desde luego, digno sucesor de sus antepasados; i en prosecución de sus estudios fue enviado a Santiago, capital entonces de las provincias de Cuyo, donde distinguiéndose por su capacidad desempeñaba cátedras de teolojía a la edad de 20 años; recibió las órdenes sagradas a los 21 años por dispensa de Pío VI, i pasó a la Recoleta Dominica luego en prosecución de a perfección monástica. Sus prendas de carácter, saber i costumbres debían ser mui relevantes, puesto que los Recoletos lo pidieron a pocos años de incorporado en su orden por Director vitalicio, i que el Jeneral de la Orden en España acordó esta solicitud.

El nuevo prelado se entregó desde luego al instinto creador de su jenio. La hacienda de Apoquindo perteneciente a la comunidad, debía transformarse en una sucursal de la Recoleta Dominica, i para obtener los permisos necesarios o hacer adoptar sus planes al Jeneral de la Orden, hizo un viaje a España, la Europa de aquellos tiempos, en donde lo sorprendió la revolución de la Independencia. Como Bolívar, como San Martín i todos los que se sentían con fuerza para obrar, voló a incorporarse a los suyos, desembarcó en Buenos-Aires, aplaudió la revolución, vio de paso a su familia, regresó a Chile a su convento, i después de haber prestado su cooperación a los patriotas hasta 1814, emigró a las Provincias Unidas en el momento de la restauración de la dominación española. Nombrado Diputado al Congreso de Tucumán por la provincia de San Juan con el ilustre Laprida que fue electo Presidente, tuvo la gloria de poner su forma en el Acta de la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas, tomando parte en todos los audaces trabajos de aquel Congreso; siendo suya la moción que adoptó el Congreso de aclamar por Patrona de la América i Protectora de la Independencia Sur-Americana, a Santa Rosa de Luna.

La reconquista de Chile abría de nuevo a su actividad el teatro de sus primeros honores, acrecentados ahora con el prestijio que daba la participación en las decisiones del Congreso de Tucumán, que a lo lejos inspiraban una especie de estupor a fuerza de ser solemnes i decisivas. En 1818 zanjó una de las mas graves cuestiones que embarazaban la marcha de los negocios. Las Órdenes relijiosas divididas en realistas i patriotas dependían del Jeneral de la Orden establecido en España; i la influencia popular del fraile podía echarse de través en la marcha de la revolución aun no bien asegurada. El Provincial Fr. Justo de Santa María declaró la Independencia de la Provincia de San Lorenzo Mártir de Chile en la Orden de Predicadores, como los patriotas chilenos habían declarado la Independencia civil i política de la nación, como él mismo había firmado la Acta de la emancipación de las Provincias Unidas. Al leer las Actas Capitulares del Definitorio de la Orden de Predicadores, se reconoce que han sido inspiradas por el jenio del Congreso de Tucumán. «Fr. Justo de Santa María de Oro, dicen, Profesor de Sagrada Teolojía i humilde Prior i Provincial de la misma Provincia. Venerables Padres i hermanos carísimos: Conforme a los principios inmutables de la razón i de la justicia natural, declaró Chile su libertad dada por el Creador del Universo, decretada por el orden de los sucesos humanos, i confirmada por la gracia del Evanjelio. A despecho de la ambición i del fanatismo del antiguo trono español, despedazó las cadenas de su esclavitud, rompió todos los vínculos que lo ligaban a la triste condición de una colonia, i declaró ser, según los designios de la Providencia, un Estado soberano, independiente de toda dominación estranjera. Revindicando su libertad i en ejercicio de ella misma constituyó los altos poderes que han de regular, i dirijir a su felicidad a la nación.»

«La Iglesia ha seguido en todos tiempos los progresos de la civilización i engrandecimiento de los imperios para apoyar i sostener la Independencia Nacional. Desde que un Estado recobra su libertad, al punto caduca al respecto del clero secular i del regular toda la jurisdicción que ejercían en ellos los prelados de otro territorio. Esta se devuelve al Sumo Pontífice, &c...»

Sobre tan sólida base se declaró la Independencia de la Provincia de Santiago, quedando reasumidas las atribuciones de Jeneral de la Orden en el mismo Fr. Justo, Provincial de la Recoleta Dominica.

El convento había dado pues, todo lo que podía en honores, trabajos, i títulos. El D.r Fr. Justo necesitaba un nuevo campo, una mitra sentaría bien sobre la cabeza del Prior, Provincial i Jeneral de la Orden. León XII trabajaba por entonces en anudar las relaciones interrumpidas por la revolución entre la Sede apostólica i las colonias americanas; una buena política le aconsejaba congraciarse la América independiente para cohonestar el cargo que sobre la Sede apostólica pesaba de complicidad i connivencia con los Reyes de España. El por tantos títulos digno Diputado de uno de los Congresos americanos, era pues un candidato para el episcopado, que acreditaría aquellas buenas disposiciones de la Santa Sede. Sabíalo el padre Oro, i tenía sus ajentes en Roma que le avanzaban la jestión de sus negocios. En 1827, le vine recomendado por su hermano Don José, como un miembro de la familia; acojiome con bondad, i a la segunda entrevista me inició en sus proyectos, contándome todo lo obrado, a fin de que pudiese a mi regreso a San Juan, satisfacer plenamente la curiosidad de sus deudos. Sus Bulas de Obispo Taumacense no tardaron en llegar en efecto. Consagrolo en San Juan el Señor Cienfuegos en 1830, i poco después fue creado Obispo de Cuyo por Gregorio XVI, que al efecto segregó esta provincia del Obispado de Córdova.

Esta erección de un nuevo Obispado dio motivo a que Oro volviese a tomar la pluma para desbaratar los obstáculos que a sus designios querían oponerse. Era por entonces Vicario capitular en sede vacante de la Catedral de Córdova el Dr. D. Pedro Ignacio de Castro Barros, antiguo diputado del Congreso de Tucumán i Cura titular de la Matriz de San Juan, la misma que iba a ser elevada a Catedral. Desde 1821 en que había sido nombrado cura, los gobiernos sucesivos de la Provincia le habían prohibido entrar en funciones, por librarse de las malas artes de aquel caudillo del fanatismo; desempeñandolo como cura sufragáneo el Presbítero Sarmiento hoi Obispo de Cuyo, i para quien venían Bulas que lo elevaban a la dignidad de Dean de la nueva Catedral. El Dr. Castro Barros, fuese ambición, fuese terquedad, se negó a reconocer las Bulas pontificias, reunió el Cabildo de Córdova, i por una serie de irregularidades, poniendo aun en duda la autenticidad de los diplomas, elevó una representación a la Curia, para que desistiese de la segregación ya ordenada i consumada. El Obispo Oro mandó imprimir a Chile un folleto (11). El Dr. Castro Barros ha publicado su Recurso al respaldo de un Panejérico de San Vicente Ferrer, Buenos-Aires 1835, Imprenta Arjentina. En los documentos publicados por el Obispo Oro, nótase esta frase del oficio del Gobernador de San Juan, dictado por el mismo Obispo: «-Por lo cual el Gobierno advierte al Sr. D. Pedro Ignacio de Castro, que considera atentatoria a la Relijión, Unidad de la Iglesia, obediencia al Romano Pontífice, i consideraciones debidas a este gobierno de San Juan, las pretensiones que promueve en la nota de 15 de agosto, que se le dirije de Córdova, i deja terminantemente contestada con la reserva, en el archivo secreto de esta administración.» Barros por la nota así contestada había querido sublevar la autoridad civil como lo consiguió en Mendoza, a fin de oponerse a la decisión de la Silla apostólica. El párafo 31 de la impugnación del Obispo Oro lo dice terminantemente. «Se ha puesto igualmente el reparo de faltar al Breve de que se trata, el plácito de la autoridad temporal; i para ello se dice, que este es un asunto esencialmente nacional, que exclusivamente pertenece al Congreso Jeneral; se incita a los Sres. Gobernadores de Cuyo (a protestar contra la Bula); se toca el influjo del Exmo. de Córdova, encareciendo la eminencia del puesto que ocupa; i recordando a los demás Exmos. Sres., hallarse constituidos en los mismos deberes.»

Por fin en la nota (d) añade: «El Sr. Castro Barros escribió proponiendo una transacción entre aquella Curia i el Vicario Apostólico, sin que cosa alguna se hiciera trascendental. En 6 de agosto propone al Capítulo ajenciar este negocio con los Gobiernos de Cuyo (esta no ha remitido en copia); hace suspender la primera sobre el obedecimiento del Cabildo en 25 de julio; con sus oficios de ajenciamiento alarma a dichos Gobernadores, provocándolos a un desobedecimiento a la Silla Apostólica, da al público impreso su dictamen de resistencia al Santo Padre.»

Estas intrigas del Dr. Castro Barros fueron fatales a su ambición. Un año después recibió de Roma el aviso de estar nombre inscrito en las notas negras de la Curia Romana, como sacerdote rebelde a la autoridad pontificia, i por tanto inhábil para desempeñar durante su vida función ninguna eclesiástica. En vano Castro Barros envió a sus espensas al clérigo Allende su amigo a Roma, a sincerar su conducta: todas las puertas se cerraban a la aproximación de Allende, quien tuvo que regresar a América, sin una palabra de consuelo para su amigo, fulminado por los rayos de la Iglesia. Desde entonces el Dr. Castro Barros se echó en el ultramontanismo más exajerado, gastó mas de cinco mil pesos en reimprimir cuanto panfleto cayó en sus manos, contra el Patronato Real, en defensa de los Jesuitas, de la estinta inquisición, i cuanto absurdo puede sujerir el deseo de congraciarse con la autoridad pontificia, a cuyo reconocimiento él había querido poner trabas, cuando aquel reconocimiento no convenía a sus intereses particulares. En 1847, cuando estuve en Roma, me preguntaron por Castro Barros personas que tenían injerencia en la Curia Romana, repitiéndome la proscripción irrevocable que pesaba i pesaría sobre él hasta su muerte. Las principales obras espiatorias de Castro Barros son el Triario literario o tres sabios dictámenes sobre los poderes del sacerdocio i del imperio, reimpreso en Buenos-Aires a expensas del Dr. Castro Barros con el loable objeto de que se salve su recíproca independencia. -Restablecimiento de la Compañía de Jesús en la Nueva Granada, reimpreso a solicitud del Dr. Castro Barros, con notas suyas que dicen: «Los Papas, Inquisición, Compañía de Jesús, i todos los Institutos relijiosos, han sido siempre impugnados i zaheridos por los herejes, impíos i demás, enemigos de la relijión católica.» «Con más razón los Jesuitas serán los granaderos del Papa en la Nueva Granada...» equívoco ridículo, al que puede añadirse el verso de Beranger: Les Capucins sont nos cosaques, etc. «Nada de esto agrada a los filósofos del día, sigue, porque dicen que, no hai Dios cielo, ni infierno. Ah Bestias! «Estos i otros desahogos del ambicioso condenado por la Iglesia, le merecieron a su muerte en Chile los honores de Santo i uno de sus panejiristas esclamaba al fin: «Si no temiese anticiparme a los fallos de la iglesia, yo solicitaría la protección de San Pedro Ignacio Castro.» Pero como no se hacen santos, sin la beatificación de la Iglesia, podemos estar seguros de no tener que doblar la rodilla ante uno de los majaderos que más sangre han hecho derramar en la República Arjentina por fanatismo, por ambición personal, por intolerancia i por hipocresía. Abandoné su biografía por no contrariar los propósitos de sus adoradores, pero aquí me permito estampar la verdad en asuntos que son puramente domésticos i que atañen a mi familia.

Después de consagrado i reconocido Obispo, Fr. Justo se entregó a la multiplicidad de creaciones accesorias a la Catedral que había levantado, i en esta tarea de todos los instantes de su vida mostró la enerjía de aquel carácter, i la pertinacia de designio que enjendra las grandes cosas. En una provincia oscura, destituida de recursos, debía establecerse una Catedral, un seminario conciliar, un colejio para laicos, un monasterio abierto a la educación de las mujeres, un coro de canonigos dotados de rentas suficientes; i todo esto lo emprendía Fr. Justo, a un tiempo, con tal seguridad en los medios, i tan clara espectación del fin, que se le habría creído poseedor de tesoros, no obstante que a veces i casi siempre faltábanle los medios de pagar el salario de los peones. Quería construir un Tabernáculo, i faltábale el modelo i el artista que debía ejecutarlo; pero él tenía todo lo demás, la idea i la voluntad, que son el verdadero plano i el artista. Llamábame entonces a mí, tenido por él i por su familia por mozo injenioso, i a tientas i con mal delineados borrones, tomando de un libro un capitel de columna i aun consultando a Vitrubio, llegamos al fin a trazarnos nuestro tabernáculo sobre seis columnas dóricas i una cúpula a guisa de linterna de Diójenes, para que un carpintero menos idóneo aun, realizase aquel imperfecto bosquejo ¡Pero ai! que el Tabernáculo estaba destinado para servir de docel a más humilde objeto de veneración. Estrenélo yo en el catafalco, hecho en sus exequias, i en el cual, simbolizando las dos grandes faces de su vida, se apoyaban la estatua de la Libertad con la Acta de la Independencia en la mano, i la de la Religión con la Bula que le constituía Obispo, esfuerzos de voluntad más que de arte, hechos en honor de aquella vida tan llena, i sin embargo, interrumpida tan adeshora. Todos sus trabajos estaban ya a punto de concluirse, cuando lo sorprendió la muerte; i en los momentos de expirar, «dese prisa, decía, al notario que le servía de escribiente, «dese prisa que quedan pocas horas, i tenemos mucho que escribir;» i en efecto, en aquel momento supremo, daba disposiciones para la terminación de la iglesia del monasterio; la manera como debía enmaderarse; los recursos i materiales que tenía acumulados; sobre su correspondencia a Roma, idea de un adorno para la construcción del coro, el destino de algunas sumas de que le era deudora la Recoleta Dominica, detalles de familia, testamento, su alma entera i su pensamiento prolongándose al través de la muerte; i como se lo decía al Sr. Dean que lo acompañaba en sus últimos momentos «mi corazón está en Dios, pero necesito mi pensamiento aquí, para arreglar la continuación i terminación de mi obra.» La muerte interrumpió aquel dictado, dejando cortada una frase!

Su instrucción era vastísima para su tiempo. Había aprendido el francés, el italiano i el inglés; era profundo teólogo, esto es filósofo, i de sus pláticas frecuentes pude colejir que sus ideas iban más adelante, sin traspasar los límites de lo lícito, de aquello que exijía su estado. La cualidad dominante de su espíritu era la tenacidad, tranquila a la par que persistente. Sabía esperar, aguantándose a palo seco sin perder camino, cuando las dificultades arreciaban. Si solicitaba una concesión necesaria, ensayaba su influencia para obtenerla; desesperanzado pedía otra que conducía al mismo fin, i después la primera bajo una nueva forma. Diez años más de vida habrían dado a San Juan, por conducto del Obispo Oro, progresos que todos sus gobiernos no han sido parte a asegurarle. Quiroga le estorbó fundar un colejio, i la muerte terminar su monasterio docente; i como él debía toda su importancia a la estensión de sus luces, i a la claridad de su injenio, habría puesto toda aquella fuerza de voluntad, que hacia el caudal de sus medios de acción, en jeneralizar la instrucción. El Obispo Oro ha muerto pues, permaturamente a los 65 años, habiendo gastado toda su vida en el penoso ascenso que de humilde fraile de un convento lo llevaba al Obispado; mala estrella común a muchos hombres de mérito que tienen que levantar uno a uno todos los andamios de su gloria, crearse el teatro, formar los espectadores, para poder exhibirse en seguida. ¡Cuantas veces es destruida la obra, que es fuerza volver a comenzar! Cuántos días i años pasados en presencia de un obstáculo que embaraza el paso!

El monasterio que intentó fundar revelaba la elevación de sus miras, i los resultados de una larga esperiencia, ausiliados i bonificados por el estudio de las verdaderas necesidades de la época. Los votos de las monjas no debían ser obligatorios sino por cierto numero de años, concluidos los cuales, debían volver a la vida civil, si así lo tenían por conveniente, o renovar sus votos por otro periodo determinado. El monasterio debía ser mi asilo, i además una casa de educación pública. Debía fundarlo una monja hermana suya que estaba en el monasterio de las Rosas en Córdova i que hoi ha vuelto a San Juan... loca.

Algunos años después, yo emprendí con Doña Tránsito de Oro, hermana del Obispo, i digno vástago de aquella familia tan altamente dotada de capacidad creadora, la realización de una parte del vasto plan de Fr. Justo, aprovechando los claustros concluidos, para fundar el Colejio de Pensionistas de Santa Rosa, advocación patriótica dada por él al monasterio i que cuidamos de perpetuar nosotros. Hija única de doña Tránsito i de uno de mis maestros era una niña que desde su más tierna infancia revelaba altas dotes intelectuales. Fr. Justo, habiéndome conocido en Chile en 1827, i gustado mucho de hallarme mui instruido en jeografía i otras materias de enseñanza, escribió más tarde a su hermana que me confiase la educación de su hija; i de mi aceptación i de los resultados obtenidos, salió entero el programa de educación, i el intento del colejio de Pensionistas de Santa Rosa, que abrimos el 9 de julio de 1839, para conmemorar la Declaración de la Independencia, en que Fr. Justo había tenido parte, i hacer de los exámenes públicos del Colejio, una fiesta cívica provincial, puesto que Láprida el Presidente del Congreso de Tucumán, era nuestro compatriota i aun deudo mío.

En el discurso de apertura del colejio que se rejistra en el núm. 1.º del Zonda, dando cuenta de la escena el malogrado joven Quiroga Rosas decía. «La primera voz que sonó fue la del joven Director, Don Domingo Faustino Sarmiento, que leía el Acta de la Independencia, lo que el concurso escuchó con místico silencio. El mismo en seguida pronunció el siguiente discurso, modesto por su forma, inmenso por el fondo. «Señores: un día clásico para la Patria, un día caro al corazón de todos los buenos, viene a llenar las espectaciones de los ciudadanos amantes de la civilización. -La idea de formar un establecimiento de educación para señoritas no es enteramente mía. Un hombre ilustre cuya imajen presencia esta escena (El retrato del Obispo estaba colocado en la sala) i cuyo nombre pertenece doblemente a los anales de la República, había echado de antemano los cimientos a esta importante mejora. En su ardiente amor por su país, concibió este pensamiento, grande como los que ha realizado, i los que una muerte intempestiva ha dejado solo en bosquejo. Por otra parte, yo he sido el intérprete de los deseos de la parte pensadora de mi país. Una casa de educación era una necesidad que urjía satisfacer, i yo indiqué los medios; juzgué era llegado el momento i me ofrecí a realizarla. En fin señores, el pensamiento i el interés jeneral lo convertí en un pensamiento i en un interés mio, i esta es la única honra que me cabe». El Colejio aquel cuya piedra fundamental pusimos entonces, vivió dos años, i alcanzó a dar frutos envidiables. Oh, mi colejio! cuanto te quería! Hubiera muerto a tus puertas por guardar tu entrada! Hubiera renunciado a toda otra afición por prolongar más años tu existencia! Era mi plan hacer pasar una jeneración de niñas por sus aulas, recibirlas a la puerta, plantas tiernas formadas por la mano de la naturaleza, i devolverlas por el estudio i las ideas, esculpido en su alma el tipo de la matrona romana. Habríamos dejado pasar las pasiones febriles de la juventud, i en la tarde de la vida vuelto a reunirnos para trazar el camino a la jeneración naciente. Madres de familia un día, esposas, habríais dicho a la barbarie que sopla el gobierno: no entraréis en mis umbrales que apagaríais con vuestro hálito el fuego sagrado de la civilización i de la moral que hace veinte años nos confiaron: i un día aquel depósito acrecentado i multiplicado por la familia desbordaría i transpiraría hasta la calle, i dejaría escapar sus suaves exalaciones en la atmósfera. Es posible, Dios mío! que hayamos de hacernos una relijión del conato de conservar restos de cultura en los pueblos arjentinos i que el deseo de instruir a los otros tome los aires de una vasta i meditada conspiración! Vuélvenme en los años maduros las candorosas ilusiones de la intelijencia en las primeras manifestaciones de su fuerza; i aun creo en todo aquello que la juvenil inesperiencia me hacía creer entonces, i espero todavía.

Fue solemne i tierna nuestra despedida. Seis u ocho niñas de diez i seis años, cándidas i suaves como los lirios blancos, agraciadas como los gatillos que triscan en torno de su madre, fueron a darme lección al último asilo que me ofreció mi patria en 1839, la cárcel donde me tenía preparando para arrojarme de su seno por la muerte, la humillación o el destierro; i en aquel calabozo infecto, desmantelado i cuyas paredes están llenas de figuras informes, de inscripciones insípidas, trazadas por la mano inhábil de los presos, seis niñas, la flor de San Juan, el orgullo de sus familias, la promesa del amor, recitaban a la luz de una vela de sebo, colocada sobre adoves, sus lecciones de jeografía, francés, aritmética, gramática, i enseñaban los ensayos de dibujo de dos semanas. De vez en cuando una rata disforme que atravesaba el pavimento, tranquila, segura de no ser incomodada, venía a arrancar chillidos comprimidos de aquellos corazones susceptibles a las impresiones como la temblorosa sensitiva. Las lágrimas de la compasión habían arrasado al principio aquellos ojos destinados a suscitar más tarde tormentas de pasiones; i terminada la lección, i depuesta la gravedad del maestro, abandonádose sin reserva a la charla interminable, precipitada curiosa e inconexa, que hace santas i anjelicales las efusiones del corazón de la mujer. Algunas golosinas enviadas al preso por las amigas, fijaron el ojo codicioso de alguna; i a la indicación de estarles abandonadas, echáronse sobre ellas como banda de avecillas, charlando, comiendo, riendo i estirando los blancos cuellos en torno del plato, de cuyo centro salían por segundos dedos de marfil, escapándose con un bocado. Cantáronme un cuarteto del Tancredo de que yo gustaba infinito, i despidiéronse de mí, sin pena, i animadas de nuevo anhelo para continuar sus estudios. No nos hemos vuelto a ver más! Ni volveré a verlas nunca, cuales las tengo en mi mente aquellas cándidas imájenes de la nubilidad abierta a las castas emociones, como el cáliz de la flor que aspira el rocío de la noche. Son hoi esposas, madres, i el roce áspero de la vida ha debido ajar aquel cutis aterciopelado cual la manzana no tocada por la mano del hombre, i la pérdida inocencia quitar a sus fisonomías la espansión curiosa i presumida que muestra por su desenfado mismo a veces, que ni aun sospecha que hai pasiones en su alma, a las que bastaría acercar una chispa para hacerlas estallar con estrépito.

** Texto tomado de: DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, Recuerdos de Provincia, Santiago de Chile, Imprenta de Julio Belini i Compañía, 1850, páginas 41 a 51.


ENERO: HOMENAJE AL GENERAL BARTOLOME MITRE

ENERO: HOMENAJE AL GENERAL BARTOLOME MITRE

- EN EL CENTENARIO DE SU FALLECIMIENTO -

BIOGRAFIA
Mitre, Bartolomé (1821-1906), político, militar y escritor argentino, presidente de la República (1862-1868). Nació en Buenos Aires y, siendo aún muy joven, se granjeó con sus escritos y sus opiniones políticas la enemistad del dictador argentino Juan Manuel de Rosas. Tras vivir exiliado en Chile, Bolivia y Perú, Mitre regresó a Argentina en 1852 y participó en el derrocamiento de Rosas, encabezado por el general Justo José de Urquiza. En 1853 fue nombrado ministro de Guerra del gobierno provincial de Buenos Aires, y como tal, trató de oponerse al plan de Urquiza que pretendía que la provincia pasara a formar parte de la recién proclamada República Argentina. En 1859, las tropas de Mitre fueron derrotadas por Urquiza en la batalla de Cepeda, y Buenos Aires pasó a formar parte de la federación. Mitre fue nombrado gobernador de la provincia de Buenos Aires en 1860 y derrotó a Urquiza en la batalla de Pavón (1861).
Al año siguiente, fue elegido presidente de la República para un mandato de seis años. Durante su presidencia, Argentina, aliada con Brasil y Uruguay contra Paraguay, participó en la guerra de la Triple Alianza (1865-1870). En 1868 fue derrotado en las elecciones presidenciales por Domingo Faustino Sarmiento; volvió a presentarse como candidato en 1891 pero fracasó. Mitre fundó en Buenos Aires el influyente periódico La Nación, en 1870. Entre sus obras se encuentran un gran número de poesías, traducciones de autores clásicos (como el poeta italiano Dante Alighieri) y obras históricas, como la Historia de Belgrano y de la independencia argentina (1858-1859) y la Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana (1877-1888).
* Tomada de la Página web del Museo Mitre.


UN TEXTO DE SU PLUMA

Diario de Soledad (fragmento)

Hacía cuatro días que había llegado Enrique y seis que Soledad había dicho a Eduardo que le amaba. Después de la llegada del primero se sentía turbada y ella misma no sabía como explicarse sus sentimientos. En el fondo de su corazón había una lucha cuya causa aparente no se la había revelado aún.

Soledad viviendo retirada y condenada a una vida de martirio había buscado algún entretenimiento que la distrajese de las contrariedades de su existencia. Este entretenimiento lo había encontrado en llevar un diario, del que hacia su amigo y confidente, comunicándole a él sólo los sentimientos y los dolores que ocupaban su alma. Copiaremos algunos fragmentos de estas memorias íntimas que nos revelarán mejor que nada los sentimientos, de su corazón.

-«Le he dicho que le amaba. Dios me perdone si he cometido un pecado, pero yo tenía necesidad de amar y no he podido resistir a la elocuencia de su pasión y al fuego de sus miradas. Pero espero que Dios me perdonará porque un amor tan puro y tan santo como el nuestro no puede ofenderte. Después de tantos años de amargura su amor ha caído sobre mi corazón como un rocío del cielo y lo ha refrescado. ¡Quiera el cielo que tanta felicidad sea durable!

-«¡Dios mío, ilumina mi mente con un rayo de tu luz! No sé lo que pasa en mí. Ayer estaba tranquila y era feliz. Hoy me devora el remordimiento y Eduardo me causa miedo. Creo que Eduardo no me ama del modo que yo había soñado; me parece que su pasión no es tan pura y desinteresada como yo me lo había imaginado. ¡Ah, salir una vez, una sola vez del camino del deber para sufrir un desengaño tan cruel! Pero tal vez me engaña mi imaginación extraviada, tal vez las palabras de Eduardo no tienen el sentido que yo les he dado. ¡Oh, sino ha de ser así que Dios me reciba en su seno cuanto antes! -¿Cuándo vendrá Enrique?

-«Ha llegado Enrique. ¡Qué hermoso y qué cambiado está! ¡Qué bien le sienta el uniforme! Creo que los pocos momentos de conversación a solas que he tenido con él han sido los más felices de mi vida. Cuando él me preguntó si había amado se lo iba a confesar todo, pero la presencia de Eduardo y mi marido me lo impidió. Desde entonces acá me parece notar que evita el hallarse solo conmigo. ¿Habrá adivinado tal vez que amo a Eduardo? Tal vez sí, porque noto entre ellos mucha frialdad. -¡Dios mío, qué feliz hubiera sido con Enrique! Yo le habría amado con todo mi corazón, y él también me hubiera amado a mí, y entonces no hubiese sentido la necesidad de amar a un extraño.

-«¿Qué debo pensar de la conducta de Enrique? Pero soy una loca en ocuparme de esto; él procede de ese modo conmigo porque no puede amarme sino como a una hermana, y por eso es frío y reservado conmigo. Sin embargo, me parece que en el primer momento en que nos vimos me hablaba de otro modo y con otro acento de voz. Además me parece que está triste. ¿Será tal vez algún amor que ha tenido que abandonar? ¡Ah, no lo quiera Dios! Le amo sólo como a un hermano, pero estoy celosa de ese cariño que sólo anhelo para mí. ¿Pero por qué le exijo lo que yo no le doy en cambio? Soy una egoísta, pero sabe Dios que por muchos años para él sólo he guardado las afecciones de mi corazón, y que se las consagraría todas aun si él... ¡Pero qué voy a decir Dios mío! ¿Es posible que pueda amarle con un afecto más vivo que el de hermano?, Hay momentos en que lo creo así. Ayer fuimos juntos hasta la huerta de Marta, y durante el camino iba extasiada en oír su voz. ¡Habla tan bien y con tanta suavidad! Me contaba sus campañas y yo derramaba lágrimas de ternura al oírselas referir. ¡Qué hermoso debe ser el ser amada por un héroe! -A la noche estuvimos reunidos en el salón. Enrique como de costumbre estuvo grave y melancólico. Eduardo como siempre amable y elocuente. Al comparar a estos dos hombres de carácter tan opuesto me parecía algunas veces que amaba a Enrique, pero Eduardo me arrastraba con su mirada de fuego y su mágica palabra. ¿Será que pueda amarse a dos hombres a la vez?

-«Aunque hasta ahora no me ha dicho nada, conozco que mi marido está celoso de Enrique, y que le disgusta su permanencia. Enrique creo que lo ha conocido, pero no se da por ofendido ni me ha expresado el deseo de irse pronto. Extraño mucho este proceder en su carácter fogoso. Creo que medita algo, aunque no puedo adivinar qué. Todo el día de hoy lo ha pasado en el campo, y Eduardo ha estado conmigo toda la mañana, leyendo algunas cartas de la Nueva Heloisa o dirigiéndome algunas dulces palabras de amor. Creo que me había equivocado calificando su pasión de bastarda e interesada. El modo como me ha hablado hoy no me deja ninguna duda.
-«Mañana es el día de mi cumpleaños y mi marido se ha empeñado en festejarlo convidando a todos los vecinos de los alrededores, a pesar de mi resistencia. Lo espero con ansia, sólo por los regalos que me harán Enrique y Eduardo.


Tomado de: BARTOLOME MITRE, Soledad. Novela original, Paz de Ayacucho, Imprenta de la Época, 1847, páginas 59 a 62. Versión digital: Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000.